Lo peor de la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea sobre la situación del preso Junqueras no es el galimatías de interpretaciones de jueces, académicos y políticos, cada uno a su manera. Ni tampoco la perplejidad que ha generado en el común de los ciudadanos. Lo más perverso de la decisión de la Corte de Luxemburgo es la munición que proporciona a los dos ultranacionalismos que padecemos en España. Los hispanoescépticos soberanistas catalanes pueden seguir alimentando la teoría del estado represor, mientras los euroescépticos imperiales claman contra la perniciosa cesión de soberanía a la UE.

Los dos ultranacionalismos torean al país al alimón. Y comparten admiradores en la primera división del populismo. El ultra italiano Salvini se fotografía con la estelada y manda ánimos a los independentistas catalanes, al tiempo que corteja a Abascal. Otro lazo se ha visto en el Parlamento Europeo: Puigdemont fue recibido por una diputada africana de la Nueva Alianza Flamenca (N-VA), el partido independentista amigo de JxCat. Assita Kanko es belga desde el 2008; nació en Burkina Faso y estudió en Holanda, pero ya es independentista flamenca. Y el N-VA comparte grupo parlamentario con Vox.

Hay que tener templanza para no perder los nervios al oír a Puigdemont decir que "hay que cumplir las leyes", cuando él ha violado la Constitución, el Estatut y varios artículos del Código penal. La queja antieuropea que promueve ahora Vox es similar a la ira contra la Unión del ex president cuando le daban la espalda en Europa. Para los fundamentalistas de toda laya las instituciones son buenas sólo cuando les dan la razón. Pero una salida de la UE a la británica como propugna Vox sería un error histórico de España; desatascaría el principal obstáculo que han encontrado los separatistas catalanes: el rechazo del conjunto de países e instituciones europeas a sus planes.

Europa dejó de ser un santuario para delincuentes españoles cuando Francia en los 80 empezó a perseguir a los etarras refugiados en su territorio. Hay excepciones, como la de Bélgica, cuya justicia se niega a extraditar a una agente de ETA acusada de delitos de sangre o a Puigdemont. La inmunidad de desplazamiento de Junqueras no se sabe dónde empieza y dónde termina. Pero no es impunidad. Eso buscó Ruiz Mateos en las europeas de 1989, cuando su lista sacó dos diputados, él y su yerno. Estaba huido de la justicia, se decretó su libertad y se solicitó un suplicatorio. Es lo que puede pasar ahora con el huido Puigdemont y el condenado Junqueras.

Entre tanto, mientras más ríe Puigdemont más sube Vox. Y mientras más sube Vox, más se rearma el soberanismo catalán. Se retroalimentan. La sentencia le ha dado un subidón a ambos ultranacionalismos celtibéricos. Eso es lo peor.

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