Lo peor

La ideología en su peor versión, reducida a un espasmo de odio y resentimiento y miedo, se ha apoderado de todos nosotros

En Pnin, Vladimir Nabokov contaba cuáles eran las creencias religiosas de su patoso e increíblemente honesto profesor Pnin: "Pnin creía en una democracia de fantasmas. Las almas de los muertos formaban comités, y estos comités cuidaban de los destinos de los vivos". Yo creo también en esa democracia de fantasmas. Y creo que España, como país, ha tenido la suerte de vivir los últimos 45 años tutelada y protegida por esa benévola democracia de fantasmas. Los muertos de la guerra civil, los asesinados por la terrible represión franquista -fría, metódica, psicopática-, pero también los otros, los asesinados por los anarquistas y comunistas que impusieron su ley en los primeros meses de la guerra, velaban por nosotros y cuidaban de nuestros destinos. Gracias a ellos, la Transición salió bien cuando podría haber sido una escabechina. Gracias a ellos se pudo redactar una Constitución que es una de las mejores del mundo. Gracias a ellos se crearon amplios consensos que eran aceptados por una mayoría de la población. Y gracias a ellos, España vivió casi medio siglo de prosperidad y de libertad -moral, sexual, ideológica- que nunca antes había conocido en su historia. Los muertos -y sus viudas y sus hijos- sufrieron lo indecible, pero ellos velaron para que a nosotros nos tocara vivir en un paréntesis feliz en medio de una larga historia de calamidades.

Pero este paréntesis se ha acabado. El comité de muertos -agotados por su titánica tarea, desilusionados, quizá asustados por lo que veían- se ha ido desintegrando en el vacío. Y ahora, aquí abajo, ya no hay nadie que vele por nosotros. La ideología en su peor versión, reducida a un espasmo de odio y resentimiento y miedo, se ha apoderado de nosotros y nos está llevando a destrozar los consensos, polarizar la sociedad y buscar un chivo expiatorio al que cargarle las culpas: los inmigrantes en el caso de Vox, y los "ricos" en el caso de la izquierda histérica que ha desplazado a la socialdemocracia.

Y así estamos. Si el comité de los muertos siguiera velando por nosotros, ayer se hubiera llegado a un acuerdo constitucionalista que asegurase la economía y evitase toda polarización extremista. Pero se ha hecho justo lo contrario, y además en un periodo de repliegue tribal, pulsión nihilista y crisis económica global. Como España en febrero del 36. Maravilloso.

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