Las noticias que casi a diario llegan del Campo de Gibraltar dibujan un horizonte francamente sombrío, en el que el narcotráfico parece ir imponiendo sus reglas, asentando espacios de impunidad y ganándole poco a poco la partida al Estado. Episodios como el asalto a las Urgencias del Hospital de La Línea o el reciente intento de linchamiento, en la barriada de El Rinconcillo de Algeciras, de nueve miembros de la Guardia Civil, demuestran hasta qué punto se han envalentonado las mafias de la droga en esa franja fronteriza y empobrecida del país.

No es conflicto, por otra parte, que admita soluciones simples. No basta con incrementar los medios y el número de los efectivos policiales. Tales medidas, siendo absolutamente necesarias, se quedan en la epidermis del problema, desconocen su verdadera raíz y acaso sólo lograrán cronificarlo. Nada ocurre porque sí: cualquier estrategia que realmente persiga revertir ese mórbido proceso debe partir de la realidad socioeconómica de la zona. El paro, especialmente el juvenil, la falta de perspectivas, la proximidad a Marruecos, la ultra dependencia de Gibraltar, la decadencia progresiva de una sociedad que jamás recibió la atención que merece, son factores que aunque no justifican sí que explican el enorme auge allí del criminal negocio de los estupefacientes. ¿Cómo convencer, por ejemplo, a un chaval sin esperanzas de que está jugando a un juego muy peligroso, si puede ganar en media hora a bordo de una "goma" el sueldo medio equivalente a dos años de trabajo honrado? ¿Qué otras opciones se le están ofreciendo para que considere menos arriesgado y más digno el desempeño de un oficio legal? El mercado ilícito y sumergido no tendrá rival mientras los gobiernos competentes no sean capaces de coordinarse e implementar para la comarca un plan de desarrollo factible, urgente y eficaz.

Otras demandas (agravar las penas para estos delitos; crear Juzgados especializados; destruir las narcolanchas cuando se incautan), aun atendibles, tampoco contribuirían demasiado a la erradicación del mal.

Se han traspasado todas las líneas rojas. El imperio de la ley y el respeto a la autoridad son principios que, a veces con la complicidad activa o pasiva de la población, ya no rigen en ese territorio de España. Hora es, pues, de empezar a regenerar con inteligencia, inversión y sensibilidad su moribundo tejido social. De no hacerse, pronto acabará gangrenándose sin remedio.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios