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CORRÍA el año 1347. La peste bubónica o peste negra se extendió por Europa y en un breve periodo de tiempo, solo cinco años, dejó atrás veinte millones de muertos, una cuarta parte de la población mundial de entonces.
Europa venía de una época de expansión agrícola, gracias a las innovaciones y las nuevas técnicas de cultivo, que permitieron un notable incremento demográfico, fruto de los excedentes de producción, y el desarrollo de las ciudades como nuevos centros económicos. Los siglos XII y XIII marcaron un periodo de bonanza económica, roto por las malas cosechas de comienzos del XIV, y definitivamente decapitado por el brote de peste que asoló a una población subalimentada.
Viene a colación el comentario histórico, porque, tras un periodo de notable bienestar, asistimos a un nuevo rebrote de peste que está diezmando, en especial, a la población europea. Si hace siete siglos fue una zoonosis, una transmisión de la enfermedad a través de animales, pulgas y ratas, la responsable de la epidemia, la peste del siglo XXI ha sido provocada también por ratas, pero éstas, a diferencia de aquellas, tienen aspecto humano y un ansia insaciable de dinero. Es el dinero y sus hacedores, los mercados, las bacterias que han provocado la crisis que vivimos, la nueva peste negra.
La tasa de paro se ha disparado a lo largo de 2010 a los cuatro millones de personas, de ellos casi la cuarta parte corresponden a Andalucía: más de un millón de andaluces engrosan las listas del desempleo. En la provincia de Cádiz, una de cada tres personas en edad de trabajar está en el paro. Y nuestra ciudad, siempre en "vanguardia", se sitúa muy próxima a los treinta mil desempleados.
Las nuevas medidas económicas del Gobierno, fruto de la presión de las bacterias que están provocando este rebrote de la epidemia, provocarán, entre otros efectos, la pérdida de la única fuente de ingresos que tiene la ingente cantidad de parados que han perdido sus prestaciones: el subsidio de 426 euros mensuales. En Jerez más de 44% de los parados llevan más de un año demandado un empleo. La medida del Gobierno puede dejar a más de tres mil familias jerezanas sin su única entrada económica. La pobreza ha comenzado a formar parte activa del paisaje de esta ciudad.
Si la crisis de la Baja Edad Media provocó tensiones sociales en forma de revueltas campesinas y urbanas, los resultados de esta nueva epidemia están aún por llegar. Las crisis pasan factura y dejan efectos desolares. A mi juicio, la gran secuela de esta crisis puede ser la pérdida de toda una generación: muchos jóvenes dejarán de serlo sin saber lo que es un puesto de trabajo. Se avecinan días duros. La resaca de la Navidad nos traerá debajo del brazo situaciones insostenibles para muchas familias. La llama de la revuelta prende fácil: la miseria ha sido históricamente la espoleta que ha desencadenado muchos conflictos. Y en estos momentos, aun no siendo conscientes, convivimos con ella.
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