Ayer dediqué el artículo a la situación del 'intelectual de derechas', si me permiten el oxímoron. Podríamos pensar que es una situación mala, pero peor es la de la 'derecha sin intelectuales', si me excusan la redundancia.

Partamos de una frase famosa en el mundo del deporte, que tanto le gustaba (el mundo, no la frase, hasta donde sé) a Mariano Rajoy. Reza (la frase, no Rajoy): "Quien piensa, pierde". No he oído a ningún político de derechas decirla explícitamente, más allá de algún prejuicio análogo ("el ardiente deseo de discurrir con novedad es la manía de nuestros tiempos") de cuando Fernando VII usaba paletón. Pero se reconoce que el vuelo intelectual, como el albatros de Baudelaire, anda muy torpemente en las cuestiones económicas y que los principios entorpecen los consensos y la confortable aceptación por lo políticamente correcto.

Sin embargo, el problema actual es que el debate político es un debate intelectual. Pensar que se puede evitar el engorro de la batalla de las ideas es ir a jugar al tenis dejándose la raqueta en casa, que da mucha lata y, al rato, pesa mucho. La economía y la administración son cuestiones cada vez más técnicas, donde el margen de discrecionalidad es pequeño y está muy copado por la UE, además.

Ser o no ser, ésta es la cuestión, como para el príncipe de la Dinamarca que olía a podrido. La política actual discute, en el fondo, de identidades, de esencias culturales y del sentido de la vida del hombre. Su materia es filosófica, metafísica; no en vano Hamlet era un intelectual. Glosando el libro Identidad de Francis Fukuyama y Razón y fey la lucha por la civilización occidental de Samuel Gregg, la situación la ha resumido Ignacio Ibáñez: "Por la soberbia de creernos en posesión de la verdad, y en realidad haber abandonado su búsqueda a cambio de la engañifa del progreso, en nuestro actual panorama político prevalece el resentimiento frente a la indulgencia, el escrache frente al diálogo, el prejuicio frente a la comprensión, el desprecio frente a la empatía. Anteponemos el sentimentalismo a la lógica y el victimismo al sacrificio".

Para entender lo que sucede son imprescindibles los libros, los intelectuales, la reflexión. En caso contrario tendremos el problema que detectó Ortega y Gasset: "No sabemos lo que nos pasa, y eso, precisamente es lo que nos pasa". La derecha del siglo XXI será intelectual (y espiritual) o no será.

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