A dos pisos del cielo

Quienes permitimos la pobreza en nuestro país sí somos auténticos pobres de espíritu

En España no tenemos vergüenza. Hay 13 millones de españoles que están en riesgo de pobreza o exclusión social, según el último informe publicado por El Estado de la pobreza de 2017, y seguimos sin abordar éste pavoroso problema como un urgente asunto de Estado. En Andalucía tenemos nuestra bochornosa cifra, que con 3.620.084 personas nos colocamos en la comunidad autónoma con el mayor índice de pobreza. Usted se puede imaginar que una persona pobre es el mendigo que está durmiendo en el suelo de la acera de su barrio al que mira como un bulto que ensucia la imagen de la ciudad. En realidad ese cuerpo envuelto entre cartones y harapos es parte de nuestra seña de identidad. Los hombres y mujeres que viven en la indigencia o que van muriendo lentamente insertos en ella no son los únicos necesitados de una solución para darles su sitio en el sagrado libro de la Constitución. Esos millones de personas no tienen capacidad para pagar gastos imprevistos, ni la luz o calefacción. Son pobres quienes no pueden pagar ni a plazos la carne o el pescado. El perfil parece distinto al de un pobre africano, camboyano o norcoreano. Cada país tiene un nivel de vida y en función del mismo la pobreza se rige sobre esa evaluación. Por ello la vergüenza, en nuestra comunidad, en nuestro país, debe ser erradicada con altura de miras y lejos de la turbación de nuestro ánimo. Sometemos a todas estas personas a una pena, un castigo exponiéndolas a la afrenta social como si ellos estuvieran cometiendo un delito por dormir en la calle.

Esta misma semana hemos visto, con pavor, la creatividad de desalmados que se aprovechan de quienes no tienen lo mínimo y necesario para vivir incrementando su humillación. En una veintena de casas ubicadas en el distrito de Villa Vallecas de Madrid, el párroco de la iglesia San Juan de Dios ha puesto cara a la pobrería de la que se están aprovechando un grupo de vecinos que ponen a dormir en sus balcones a inmigrantes. En un mismo piso pueden meter a 15 individuos. Pagan 80 euros si están dentro. Si llega el momento de no poder satisfacer esta cantidad al contratante, los sacan a dormir al balcón, a veces, tan pequeño que ni siquiera pueden tumbarse. Elfre, uno de quienes preferían dormir a dos pisos del suelo que a ras del cielo, ha sido tirado a la calle tras darse a conocer su situación. Quienes permitimos la pobreza en nuestro país sí somos auténticos pobres de espíritu por permitir semejante humillación y mayor deshonra. Es una de nuestra vergüenzas nacionales.

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