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Los plazos vencen

Serán dos años agónicos los que nos esperan, tambiénpor esta insurgencia del independentismo catalán

Echarle vino bueno al vino malo ya era tenido en la Biblia como desatino grande. Quizá venga de ahí lo de 'ponerle' dinero 'bueno' al dinero 'malo'. Le dije un día al profesor Olivencia, con el que tuve el grandísimo honor de colaborar, que yo 'recordaba' cuándo se inventaron la letra de cambio, el pollo congelado y la leche en polvo. Me dijo, con la retranca róndela que poseía, que no sabía que hubiera vivido yo en la Mesopotania antigua. Por lo de la letra de cambio, cuya moderna redacción él había acometido, por cierto. Yo lo decía más bien por el desarrollo del capitalismo en la España de mi infancia y primera juventud, caracterizado por el aumento del crédito para la gente más humilde. Lo de la leche en polvo era la antítesis de las 'bombillas' que los inspectores usaban para la calidad de la leche de las lecherías. Era como el paso enorme de la dita a la tarjeta de plástico, más o menos. A don Manuel Olivencia le oí también un día un aserto que comprobaría un tiempo después cuán cierto era: los plazos vencen. ¡Y tanto! Por eso el vicepresidente de la Generalidad ha hecho las declaraciones que ha hecho, anunciando con tiempo que no están dispuestos a prolongar dos años la situación encerrada en la enigmática 'mesa de diálogo' en donde éstos pretenden trocear la España actual o romper los apoyos que necesita Pedro Sánchez para seguir en La Moncloa. Serán dos años agónicos los que nos esperan, también por esta insurgencia del independentismo catalán y la venganza de un Puigdemont presumiblemente criminal, como los indultados, obligado a esconderse en la guarida belga para no caer en las manos de la Justicia española. Como soy iluso, y lo sé, digo que ha perdido una nueva oportunidad de subirse a su estatura el presidente del PP, Pablo Casado. Ofreciendo los votos que necesite Sánchez para evitar el despiece de la historia común, la Constitución que consagra la unidad de España y el órdago de quienes llaman diálogo al chantaje al Estado y mesa de diálogo al reparto de un botín que viene de unos cuantos votos en el Parlamento nacional, afanados por Pablo Iglesias para ser él vicepresidente de un gobierno que cerrara el paso a al derecha. Sí, los plazos vencen, lo decía el sabio Olivencia. Por tanto, si ha habido plazos en las preliminares, en las conversaciones que el ex líder de Unidas Podemos acordó con republicanos y ex convergentes, el mensaje del vicepresidente catalán ha sonado a pedrada al estanque de aguas calientes del verano, a un presidente en zapatillas preocupado por Marruecos.

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