Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Mis pobres, los más ricos

Aunque no le competa, el 'procés' busca extender sus apoyos con el anzuelo del salario mínimo

Los caminos del enfrentamiento contra la vieja España no son inescrutables: en la guerra abierta desde el propio corazón del Estado -o sea, la Generalitat, que es Estado, ¡y cómo!- esos caminos parecen ser todos. Por lo civil, vestidos de gent de pau y revolución sonriente, o por lo militar, con las tácticas de los comandos de defensa de la república (en CDR, la C es por "comités", pero "comandos" le va como aceite a la escalivada). O por lo parlamentario, dinamitando la ley y las instituciones. La unidad de destino en lo universal es lo que tiene: todo por mi patria; todas las manos, todas.

Hace unos días, la división económico-fiscal de la República Catalana en Construcción (o de la Deconstrucción de España) abrió un nuevo frente: el vicepresidente y viceconsejero de Hacienda del Govern, Pere Aragonès, anunció que en Cataluña se impondrá un salario mínimo o SMI un 37% más alto que el estatal (nada menos que 1.250 euros, frente a los 900 vigentes en todo el Estado). La clave de este nuevo arreón forma parte de otra blitzkrieg, al modo de la Wermacht alemana en la SGM: guerras relámpago rápidas, combinadas e inesperadas de los independentistas (que, no lo olvidemos, están en el poder). Encima, en frente, tuvieron a un Don Tancredo nato, Rajoy -de notorio éxito político, pero maestro del ponerse de perfil y hasta hacerse transparente-, que ha sido sucedido por el príncipe de los manuales de resistencia, la desideologización y los continuos virajes drásticos, el eterno presidente interino, Pedro Sánchez. Con esta tropa, las blitzkriegs a la catalana son un paso adelante asegurado. No paso de oca, sino pasitos de sardana, dos para adelante y uno para atrás. Pasos al cabo.

A pesar de lo cansinos que, por repetitivos, somos algunos con esto, ha tenido que venir un economista de renombre, el francés Piketty, para recordárnoslo: el nacionalismo catalán es un movimiento de ricos con una base económica histórica y hasta secular. Ahora tiende la mano a los menos privilegiados con otro "nada por aquí nada por allá, ¡alehop!". Esta nueva vuelta de tuerca ignora con cinismo -lo que haga falta, ya digo- que el SMI no es competencia autonómica. Bueno, Aragonès dice que si no es legal así, lo será asao: lo hará con los salarios de la Generalitat y los de la contratación pública. Con lo que haga falta. De paso, y ahí ve uno la clave sin dudar, lo que subyace es un "a ver si nos metemos a más inmigrantes y descendientes de charnegos en el bote". Con dinero. ¿Cómo lo pagará Cataluña? Eso es completamente secundario.

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