La columna

Bernardo Palomo

El poder de un cochecito

QUE muchos de nuestros futbolistas de élite dan un claro ejemplo de lo que no es la realidad social es bien patente y algunos lo exteriorizan de manera injusta y poco edificante. El otro día viendo la televisión, nos ofrecieron, una y otra vez, las imágenes de la entrada a los entrenamientos de los jugadores ídolos de multitudes. Todos llegaban con coches de esos que llaman de alta gama. Hasta ahí, más o menos, todo lógico ya que - afortunados ellos - sus emolumentos por lo que hacen y por lo que generan se lo permiten por cobrar cifras astronómicas, que marean y que superan, con mucho, los presupuestos de muchísimas empresas, ayuntamientos y demás. Ya, todo esto, es de una injusticia absoluta; pero es así y, me temo, que nada ni nadie lo vaya a cambiar tal y como está la situación. De entre todo el carísimo desfile de modelos automovilísticos, con sus pobres conductores dentro, destacaba el de un francés, con cara de haberse pasado toda la noche leyendo a Borges, escuchando música de Schumann y contemplando cuadros de Rubens, que conducía un pequeño utilitario - pequeño porque, por lo visto, sólo cabían dos personas - que había costado la poco noticiable cantidad de dos millones de…euros. Para comprarse un coche así y hacer ostentación de ello es porque Borges, Schumann y Rubens se le habían subido a la cabeza - rapada y con una imagen diseñada por ese entrañable y querido peluquero de toda la vida - y estaba en ese mundo idealista que sólo posibilita la lectura, la música, las obras de arte, el pensamiento y todo aquello que enturbia la mente. Ahora que empieza el nuevo curso escolar motivaremos a nuestros alumnos con el ejemplo del cochecito del francés para que sepan que eso se consigue leyendo a Borges, escuchando a Schumann y contemplando obras de Rubens. ¡Qué pena!

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios