Alberto Núñez / Seoane

Un policía y un controlador

Tenía escrito el artículo de la semana, iba sobre un zopenco llamado Joseba Eguíbar y sobre uno vecino impresentable: Marruecos, pero da igual, como seguirán de triste actualidad, lo publicaré la próxima semana. Y lo haré porque hoy, sábado cuatro de noviembre, han ocurrido dos hechos relevantes.

Uno fue la inaceptable, ilegal, salvaje y brutal huelga de los controladores aéreos. Este colectivo de indeseables, abandonó su puesto de trabajo sumiendo al país en un caos difícil de describir. Los inasumible e insultantes privilegios de los que disfrutan, les parece poco y, sabedores del poder que su trabajo les otorga, deciden hundir España.

Sin importarles la gravísima situación económica por la que atravesamos, sin calibrar el daño, irreparable, que iban a causar a millones de personas, ni el trágico perjuicio económico que hacían a nuestra maltrecha economía, sin tener en cuenta el deterioro que iban a provocar en la imagen de nuestra nación en todo el planeta; estos energúmenos insolidarios, déspotas y egoístas, causaron el cierre total del espacio aéreo español con las gravísimas consecuencias que esto conlleva. La actuación del Gobierno, a mi entender, ha sido perfecta, siempre y cuando, el mal que han ocasionado los controladores no quede sin su justo castigo.

Pero toda la inconmensurable prepotencia, toda la inabarcable vanidad de estos "gallitos" y "gallitas", todo el egocentrismo e insolidaridad de los responsables del control de nuestro espacio aéreo, se convirtió en humo cuando, una vez el Gobierno decretó el "Estado de Alarma", empezaron a recibir las cartas en las que se les ordenaba la vuelta a sus puestos de trabajo, so pena de ser condenados a entre ocho y quince años de cárcel por un delito de "desobediencia" tipificado en el Código Penal Militar. Unos se fueron "por la pata abajo", otras lloraban como niñas malcriadas y caprichosas, gimoteando excusas pueriles y absurdas, todos se acojonaron al comprobar que no se trataba de una vana amenaza cuando palparon las cartas de los posibles embargos de sus viviendas, caso de resultar responsables del grave delito que cometerían.

Creo que el Gobierno no pudo hacer más en menos tiempo, salvo la incomprensible ausencia del simpar Zapatero; Blanco y Rubalcaba estuvieron impecables, es mi opinión. No así el PP que, en lugar de apoyar la buena actuación del Gobierno y ponerse a su disposición, o lo ha criticado, como a su portavoz, o no ha dicho nada, como suele, en el caso de Rajoy.

Los controladores españoles ganan entre 270.000 y 360.000 euros al año, a pesar de esto quieren más: no les parece justo que el Gobierno les obligue a no computar como parte de sus 1.610 horas de trabajo anuales, las que dedican a cuestiones sindicales, bajas, bajas parciales o custodia familiar; jubilarse a los 52 años con el salario íntegro; que sea su sindicato quien decida sobre la incorporación de nuevos controladores; organizar ellos mismos su horario de trabajo... ¡Oír para creer!, y luego vomitar, claro. Los controladores franceses, por ejemplo, ganan 110.000 euros al año, son igual de eficientes que los nuestros, están contentos con lo que tienen y no dan la morcilla de Burgos con panceta y manteca con zurrapa que dan los de aquí.

El Gobierno, ahora, debe actuar contra los huelguistas salvajes y castigarlos, es decir, despedirlos y contratar otros en el mercado internacional. Si, después de lo sucedido, se les perdona, entonces vamos todos a no pagar impuestos, a saltarnos los semáforos en rojo, a dejar de pagar a la Seguridad Social y a fumar en los hospitales, por ejemplo.

El otro hecho ocurrido fue este: un policía nacional fuera de servicio, con dos meses de antigüedad en el Cuerpo, arriesgó su vida sin pensarlo, para salvar la de una persona que había caído a las vías del Metro de Madrid cuando el tren se acercaba. Se salvaron ambos por escasos centímetros.

Negro o blanco. Ruindad o nobleza. Egoísmo o generosidad. Ingratitud o servicio. Capricho o coherencia. Vanidad o humildad. Las dos caras de la moneda, lo que tenemos, lo que hay.

Personas como éste policía son las que hacen falta. Esta es la actitud valiente, decidida, altruista, admirable, generosa y humana, que permite que la especie humana no se haya marchado "p'al" carajo hace muchos siglos. Gracias, policía ¡Bienvenidos al INEM, controladores de chufla!

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