La porra divisoria

Si Pedro Sánchez sube de 130 diputados, sólo eso, le bastaría para levantar la mirada (ejem)

Me habían avisado de que en la reunión haríamos una porra electoral. Como era una reunión con buenas gentes de la prensa, yo quería hacer un buen papel y durante el camino fui pensando y sopesando mi apuesta, repasando (oh, esas primas de zumosol del profeta electoral) las estadísticas. Pero una idea fija volvía obsesivamente: la porra es a la que nos íbamos. Porque entre los resultados posibles, apenas asoma alguno que sirva para salir del atasco institucional y la mayoría nos aboca a ese Frankenstein del que Sánchez no reniega o a una utópica gran coalición o a unas terceras elecciones, quizá inasumibles para nuestra opinión pública.

Una vez allí me fue cambiando el ánimo. La compañía acompaña, claro. Y el jerez hacía de las suyas con las almas, que se venían arriba. Cuando llegó el momento de las porras, solté mi porrazo presunto a la gobernabilidad futura, y los demás el suyo. No me había equivocado en que ninguna daba una suma por derecho. Iban bastante ajustadas todas.

Sin embargo, al verlas, con sus muy leves variaciones esenciales, me acordé de la divisoria de aguas o, en latín, divortium aquarum. Dícese de la línea imaginaria que traza la separación entre dos vertientes o cuencas fluviales limítrofes. Dos gotitas de lluvia pueden caer a mil kilómetros de distancia y acabar flotando juntas en el mismo río si están dentro de la misma cuenca o pueden caer separadas por un centímetro en el mismo pico, que, si la divisoria las coge por medio, una gota acabará en el Cantábrico y la otra en el Mediterráneo. Los resultados de Sánchez, si se piensan, están en esa coyuntura fluvial en un palmo de terreno de siete escaños. Si caen por debajo de los 123 diputados que ya tenía, el descrédito de toda esta convocatoria electoral para nada terminará arrastrándole como líder. Si suben de 130, sólo eso, ya le bastaría para levantar la mirada (ejem) y atreverse a hacernos un nuevo Mary Wollstonecraft Shelley y sacarse de la manga otro Frankenstein. O exigir a Casado una abstención por responsabilidad de Estado.

Como ese divortium aquarum se mueve en un pañuelo de votos, supongo que en la noche electoral habrá quien niegue el porrazo divisorio, y que a Sánchez le costará admitir el ridículo, si se da. Pero esa insistencia suya creciente en hablar de "la lista más votada" quizá no sea sino un ponerse la venda antes de la divisoria. Para mí que él también ha hecho su porra.

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