El presbierno del goberniente

Quien desea mucho el poder quizá no sepa que el poder, cuando se alcanza, se queda casi en nada

Tengo muy poca experiencia con el poder, dejando aparte el trascendental bonus pater familias, como se decía, que ya casi es nada. En mis limitadas experiencias y por lo que veo y he leído y me han contado, el poder es, en realidad, servicio. Un cargo es una carga o como reza el título pontificio: "El siervo de los siervos de Dios". El poder, cuando se tiene, se nota que no se tiene. Siempre encuentras alguien por encima; a cada escalón más poderoso, como es lógico, porque estás más arriba. En el escalón más alto, tu poder está todavía más limitado… por los de abajo. Todos los gobiernos, recordó Lincoln, se construyen sobre la opinión pública, de modo que un cambio de opinión pública cambia a un gobierno.

Esto no es más que política elemental, dirá usted, con más razón que un politólogo. Lo chocante sucede cuando el que llega al poder no lo sabía y lo ha buscado como lo más importante y lo que transforma la sociedad a golpe de voluntarismo y, una vez allí, se encuentra con que es muy poca cosa y, sobre todo, limitado. Puede ser un chasco existencial.

Pensemos en Pedro Sánchez, que ha hecho todo lo posible y lo imposible (ese mérito contorsionista no se lo discute nadie) para llegar a La Moncloa. Ha pactado con quienes (filoterroristas, golpistas y populistas) prometió que no pactaría jamás. No extraña que, con lo que le ha costado, repita tanto que el mantra: él es el presidente de gobierno, el presidente del gobierno, el presidente, del gobierno, el pre del go, el presbierno del goberniente, etc.

Psicoanálisis aparte, no es extraño, una vez que ha llegado a un poder tan deseado, que se rebele contra los límites de ese poder. Más allá de analizar los pormenores jurídicos de cada cuestión: decretos-leyes sin extraordinaria ni urgente ni necesidad, trampantojos al Senado, promesas reversibles, presiones mediáticas a jueces y fiscales, reformas exprés, etc., hay que comprender que él no vino al poder para no tenerlo, aunque ésa sea, en realidad, la clave del poder en democracia.

Montesquieu, la división de poderes, la multiplicación de los checks and balances y la suma del rule of law pueden echarse a temblar, cuerpo a tierra. No será sólo cuestión de práctica y regateo político del día a día. Se trata de una concepción abstracta, deseante y deseada del poder, que, para encontrárselo así de limitadito, el pobre, no compensa. Fue mucho viaje para tan pocas alforjas.

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