Tribuna libre

Mª Eugenia Espejo

Mi primer 'día de la madre' sin ti

Hace ya un mes que te fuiste y todavía me parece mentira. Desde que ya no estás con nosotros, todos los días son difíciles de afrontar pues vaya a donde vaya y haga lo que haga, todo me recuerda a ti. Cada mañana, nada más abrir los ojos te veo reflejado en tu hija Adriana que se despierta siempre como lo hacías tú a diario, con una sonrisa que desprende una felicidad absoluta.

Tengo que confesarte que aunque no he perdido la fe, sigo sin entender por qué Dios ha querido que me dejaras tan pronto la difícil misión de ejercer de padre y madre a la vez, sin que como era habitual, contara siempre con tu ayuda para todo lo que necesitáramos tanto ella como yo.

Los primeros días sin ti han sido bastante malos para todos y lo siguen siendo a ratos para mí, como el día de hoy, una fecha tan significativa como muchas otras que ya no vamos a poder celebrar juntos.

Desde dónde estés, que espero que sea un lugar privilegiado del cielo, puedes tener la certeza de que aunque haya días en los que no quiera ni mirarme al espejo, voy a conseguir que tu hija sea una niña feliz. Primero, porque siempre has querido lo mejor para ella y porque ésta, va a ser la mejor manera de explicarle entre todos quien ha sido su padre.

Una persona excelente, noble, cristiana y creyente, muy inteligente, buen amigo de sus amigos, buen padre y marido, buen hijo y hermano, en definitiva, muy buena gente.

De manera sabia, nos has inculcado grandes dosis de cariño, amistad, dignidad y humildad sin olvidarnos nunca de ese gran sentido del humor que te caracterizaba siempre y al que no se te resistía nadie pues siempre nos hacías reír a todos continuamente.

Te han escrito tantas cosas bonitas y hemos recibido tanto apoyo por parte de todos los que te quieren, que toda tu familia no tenemos palabras para agradecer las innumerables muestras de afecto que estamos recibiendo en estos duros momentos.

Ahora, sólo tengo un pensamiento claro, fuiste un ángel para nosotros, no sólo porque tenías cara de ángel, sino porque siempre buscabas lo mejor para todos los que te rodeábamos sin esperar nada a cambio.

Y aunque sigamos sin tener consuelo por tu pérdida tan inesperada, sólo me queda pensar y notar cada día que te tenemos cerca como nuestro ángel de la guarda y que como lo hacías aquí, aunque sea desde el cielo, vas a seguir guiándonos por el buen camino.

Porque tu generosidad ha sido tan extrema que nos has dejado el mejor regalo, una preciosa niña que se llama Adriana y que estoy segura que tú harás que se convierta en el timón de nuestro barco para que no perdamos la ilusión de continuar hacia delante hasta el día que, de nuevo, Dios elija para que nos volvamos a reencontrar.

Por eso, te ruego que no nos dejes, que siempre estés con nosotros y que desde el cielo, veles por tu hija para que nos ayudes en su crianza a que sea tan feliz como lo fuiste tú a lo largo de tu vida.

Gracias por haberme elegido como tu compañera de viaje durante los casi 15 años de mi vida que he compartido contigo. Nos conocimos siendo adolescentes y durante todo este tiempo además, de haber sido confidentes el uno del otro, he tenido el inmenso orgullo de ser tu esposa y la madre de tu hija.

No hace falta que te diga nada más, porque lo que siento por ti y lo que te echo de menos, tú ya lo sabes. Cuídate mucho. Un beso muy fuerte de tu hija, Adriana y de tu mujer, Mariu.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios