La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Cómo las prisas pierden a Rivera

El cuento de la lechera: cree que si se escora a la derecha quitará votos a PP y Vox sin perder los suyos por el centro

Casi todo lo está haciendo mal últimamente Albert Rivera, el líder político que casi todo lo estaba haciendo bien antes de la moción de censura que descabalgó a Rajoy. En estas semanas ha mostrado oportunismo al asumir el privilegio fiscal de Navarra en su pacto con los foralistas, ha contradicho su vocación regeneradora de la política nacional al fichar desde arriba a rebotados de otros partidos -con fraude en las primarias en el caso de su candidata en Castilla y León- y ha renunciado a la centralidad al imponer un cordón sanitario, no a la ultraderecha, sino al PSOE. La gente moderada que constituye el grueso de los votantes de Ciudadanos no puede entender que su líder rechace expresamente la mera posibilidad de pactar con Pedro Sánchez y no aplique la misma medicina a Santiago Abascal.

Albert se desnortó por el éxito de la moción de censura, que le dejó colgando de la brocha a la espera de unas elecciones generales que Sánchez aplazó todo lo que pudo, y quedó traumatizado por las elecciones andaluzas, en las que Cs subió como nadie pero fracasó en su objetivo principal: sobrepasar al PP y hacerse con la Presidencia de la Junta como primer partido del bloque de centroderecha, sin hacerle ascos a Vox.

Lo malo es que afrontó su trauma bifacial (irrupción de Vox, hegemonía del PP) corriendo desaforadamente hacia la derecha y subordinando su alma liberal y reformista a su identidad nacional y patriótica. Rivera cree que, por mor de la crisis de Cataluña y la irresponsabilidad de Pedro Sánchez, las elecciones ya no se ganan desde el centro, sino desde la derecha, y se equivoca.

Quizás piensa que nunca más va a tener mejor oportunidad de imponerse a un Partido Popular en sus horas más bajas, quizás en su persona se demuestra que la ambición constituye un agente insuperable de alienación y ceguera. El caso es que a Albert Rivera le han entrado unas prisas locas por llegar a La Moncloa (y digo locas con toda intención: prisas con pérdida de juicio o razón). Se engaña contándose el cuento de la lechera: cree que los votos del sector moderado arrebatados al PSOE ya son suyos para siempre y que ahora se trata de correr a la derecha para disputarle los más conservadores a PP y Vox. Y que los dos graneros se sumarán sin más.

No funciona así. Si huyes de la centralidad y la moderación, puedes ganar unos votos, sí, pero a costa de perder otros. Y de perder la identidad, cosa aún peor.

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