Los "problemas"

Nuestros líderes, avestruces hiperactivos, quisieran enterrar sus cabezas en cuantos más hoyos mejor

La clave de lo que pasa en la política española está en la preponderancia de las tácticas sobre las estrategias. O para complicarlo: en que la estrategia común está siendo encerrarse en las tácticas, como avestruces hiperactivos que quisieran enterrar sus cabezas (y las nuestras) en cuantos más hoyos mejor.

Los partidos calculan la conveniencia o no de convocar más elecciones, miran a ver cómo arrebatar al rival directo (al más cercano políticamente) un bocado de votantes, se las ingenian para mejorar la imagen del líder y sueñan con el presupuesto. Ésas son básicamente sus preocupaciones.

Mientras tanto, la impresión es que nadie se ocupa de los asuntos realmente enrevesados que tenemos planteados como país, como sociedad, como economía… La crisis que asoma por el horizonte, el desafío nacionalista, la presión fiscal, el intervencionismo ideológico, el desmoronamiento demográfico, la epidemia de soledad, las nuevas adicciones, etc., son cuestiones que hasta resulta de mal gusto nombrar.

Uno no puede sino acordarse del chiste de aquel hombre humilde que lamentaba que tenía un «poblema» gordo y alguien le corrigió, puntilloso: «Se dice un "problema"…» «No, no, un "problema" sería saber cuánto es dos más dos. Lo mío es gordo y no se reduce a fórmula». Los partidos están en sus cálculos de sumar y restarse, condescendiendo si acaso a corregirle el lenguaje al pueblo, mientras la sociedad española tiene unos «poblemas» temibles. Alguien tan poco sospechoso de extremismos como Fukuyama advierte en su ensayo Identidad de que el problema migratorio entraña un grave riesgo para las naciones y que las democracias occidentales no están siendo capaces ni de planteárselo.

Partiendo de aquí, se entiende mejor el extraño caso de los partidos y movimientos de la llamada derecha alternativa. Para los análisis al uso son un problema más. Pero, a la vez, parecen los únicos que están hablando de los «poblemas». De hecho, habría que preguntarse si las acusaciones de populismo se deben, en parte, al atrevimiento de encarar (mejor o peor, pero encarar) las cuestiones que interesan a la gente: sus «poblemas».

A corto plazo, seguiremos con la aritmética electoral que gusta a los gabinetes y terminales mediáticas; pero, a medio plazo, acabará imponiéndose la realidad. Entonces veremos qué mala táctica ha sido dejar todo el vasto campo de lo que de verdad es grave a estos nuevos partidos.

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