LA pasada Semana Santa un hombre viajó a Granada a hacer turismo. Unas horas después de llegar al hotel se presentó la Policía con una orden de busca y lo detuvo. El hombre fue trasladado al juzgado y desde allí al cárcel donde permaneció cinco días. El lunes, la Audiencia Nacional descubrió que no era la persona investigada. Al principio, en los noticiarios, culparon a la Audiencia Nacional por no trabajar el Viernes Santo. Luego alguien insinuó que el error fue fruto de la falta de diligencia del juez de guardia. Más tarde, la pelota cayó en el tejado de la Policía y, por último, en el de la Guardia Civil. El fiscal, tras indagar el recorrido de la orden de detención, ha pedido ahora que se archive el caso porque la clamorosa metedura de pata "no puede ser imputable a persona alguna a título doloso". El error, viene a decir el fiscal, compete a una esfera que no es humana ni corporativa ni institucional. Quizá sea un desliz informático, que es el nombre que reciben hoy los acontecimientos inexplicables. El fiscal, eso sí, invita a la víctima a reclamar por el mal funcionamiento de la Justicia. Es decir, contra al azaroso y fatalista funcionamiento de la justicia. El miedo no es que alguien te confunda y te meta preso sino que la confusión parta de nadie. Del proceso, que diría Kafka.

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