Jerez íntimo

Marco Antonio Velo

marcoantoniovelo@gmail.com

A propósito de la sociedad pospandémica

Entresaco -nunca al voleo- varias expresiones del esperpento ‘Luces de Bohemia’ de Ramón María del Valle-Inclán. Satisfaga el lector una frontal comparativa con la actualidad. Dice Max en la ‘Escena cuarta’: “¿Dónde estamos? (…) ¿Qué rumbo consagramos?”. Más adelante es Dorio de Gadex quien espeta lo siguiente: “Como dice Ibsen, las multitudes y las montañas se unen siempre por la base”. En el comienzo de la ‘Escena sexta’ se alude al bulto de un hombre “con blusa, tapabocas y alpargatas”. Entiéndase tapabocas como sinónimo de mascarilla. Don Latino hace referencia –‘Escena séptima’- al “Ministerio de la Desgobernación”. La entradilla de la ‘Escena octava’ explicita que “de repente el grillo del teléfono se orina en el gran regazo burocrático”. Más adelante Rubén exhorta que “amemos la vida y, mientras podamos, olvidemos a la Dama de Luto”. ¿Reflejo de la realidad que nos acogota en estas postrimerías de 2020?

Sociedad pospandémica… ¿En qué punto nos hallamos: evolución o involución social? ¿A dónde fue a parar nuestro modus vivendi de cuando entonces? ¿En puridad hemos sido -de mente y corazón- reseteados para bien por la travesía inédita del confinamiento? ¡Compleja respuesta! ¿Llegamos a metabolizar las enseñanzas -el golpe de efecto, el giro copernicano- de la pandemia y su suerte de malaventuras? ¿Hemos aprendido y aprehendido la lección de la Madre Natura o el ser humano sigue aferrándose erre que erre a su todopoderosa condición de semidiós de carne y hueso? ¿El virus nos ha reconvertido, nos ha humanizado, nos ha mejorado? ¿Somos ya -abocados a la perdición- hijos de la nueva robotización del hombre? ¿El sueño de la razón produce monstruos? ¿Militamos ahora en la (antes preterida) condición de ciudadanos de mundo o por el contrario el Covid nos ha agrupado a patadas en el redondel de un aborregamiento teledirigido a distancia y por control remoto? ¿Sin apenas percatarnos estamos asumiendo identidades grupales que no nos corresponden o, en última instancia, no son nuestras?

Medran y marran aquellos que subestiman las reflexiones derivadas de este totum revolutum de la naturaleza. El presente nos proporciona la oportunidad del pensamiento crítico -¡y autocrítico!- y la cooperación. Durante los meses precedentes se ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad del ser humano. Hemos abierto los ojos para descubrir un aterrador denominador común: que no teníamos -¿no la tenemos?- un alternativa a la realidad que hasta ahora hemos habitado. Desde algunas consabidas esferas hay quienes incluso se han planteado si no estaremos asistiendo a una mutación de la condición humana, es decir: una sociedad parapetada tras pantallas y mascarillas.

Cobra auge el término resiliencia. Y pierde fuelle la anarquía decisoria. Es necesario establecer parámetros transversales de confraternización, formación, solidaridad y alianza institucional. Edgar Morin afirma que “para poder hablar del gobierno de la humanidad primero nos tenemos que constituir precisamente como humanidad”. Dijo San Juan Pablo II que “el hombre debe tener la conciencia de ser enviado. Ser enviado quiere decir tener una tarea que desempeñar, una tarea comprometedora. Ser enviado quiere decir abrir los caminos a un bien grande, esperado por todos (…)”. “¿Dónde estamos? ¿Qué rumbo consagramos?”, se pregunta Max en ‘Luces de Bohemia’. Ahora toca arrimar el hombro confiando en el prójimo. De lo contrario la Humanidad caerá de lleno en el verso del poeta cuando afirma que “alrededor no hay nadie, sólo la multitud”.

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