Al punto

juan / ojeda

El punto de inflexión

NUESTRAS vidas, en lo personal, en lo social, en lo familiar o en lo económico y así hasta en un sinfín de ámbitos, están jalonadas por puntos de inflexión. Esto tiene muchas interpretaciones, pero la más ajustada a la reflexión que uno pretende hacer es que, hay un momento en que lo que antes era aceptado, o se consideraba válido, ya no lo es. Y ese cambio depende de muchas cosas. Así, en la vida personal, ese punto puede decidirse por motivos que van desde el estado de salud hasta un fracaso amoroso y, en muchas ocasiones, por aquello de que es personal, se basa exclusivamente en razones que no comprenden los demás. Por eso, cada uno se lo monta como puede, en función de sus necesidades, de sus estados de ánimo o de sus caprichos.

Otra cosa es lo público, donde los puntos de inflexión responden a un cambio de ánimo colectivo, a una apreciación que afecta a muchos y que se manifiesta a través de múltiples indicios que quien vive en lo público, o de lo público, ha de tener la suficiente inteligencia y sensibilidad para reconocer. Por ejemplo, la ya larga situación de crisis económica que venimos sufriendo ha hecho que se mire con ópticas muy diferentes de las de antes lo que hacen o dejan de hacer los representantes políticos. Así, hay cosas de las que nadie, o casi nadie, se preocupaba en épocas pasadas. En concreto, las remuneraciones, dietas o compensaciones que un cargo público podía obtener, siempre que se situasen en parámetros normales, no eran objeto de una fiscalización popular que los consideraba inherentes a dichos cargos. Pero entonces no se vivía una situación de angustia, más o menos generalizada, como la de ahora, que hace que se vean las cosas a través de la lupa de las propias dificultades. El vive y deja vivir ya se ha acabado.

Éste es un punto de inflexión que hace que lo que antes parecía más o menos normal ahora se convierta en inaceptable. Así, el aumento de dietas, aprobado casi de tapadillo por la Mesa del Parlamento de Andalucía, de una cuantía casi ridícula comparada con otras cantidades de las que estamos oyendo hablar, ha sido un error espectacular - que ha reconocido el propio presidente de la Cámara- porque ha ido en dirección contraria a la ola de restricciones que está sufriendo la mayoría de la gente. De ahí la reacción de indignación de los que se han considerado ofendidos por comparación. El problema es que los autores de esa autoadjudicación no se habían percatado de ese punto de inflexión.

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