Ellas son un punto

No debería importar la paridad, pero sí que importa la igualdad y, sobre todo, el equilibrio

La noticia de que la Universidad de Castilla-La Mancha premiará con un punto las tesis doctorales dirigidas por mujeres ha sido comentada por varias de las más leídas e inteligentes de mis redes sociales. Consuelo del Val, tirando de ironía por no llorar, ha aventurado que será: "para compensar nuestra desventaja intelectual o como premio al doctorando por tener que sufrir la pesadez propia de nuestro sexo". Me evita el peligro de pronunciarme sobre el particular.

Yo vengo a glosar otro comentario, que apareció y desapareció tan rápido que no he podido capturar vivo, pero recuerdo. Decía otra crítico literaria que a ella le encantaba que la invitasen a escribir en sitios prestigiosos y que se lo pagasen. (Perspicazmente Natalia Ginzburg dejó dicho que ningún dinero más dulce que el que se gana con la literatura). Que eso era muy agradable, pero que le fastidiaba cuando sospechaba que era para cumplir la cuota y que incluso a veces se lo decían directamente.

Eso me pareció muy interesante, porque he rodado ya lo mío por revistas, proyectos editoriales, organización de actos y congresos y sé que, sin razón aparente, hay dificultades auténticas para aproximarse a la paridad. Lo cual es raro porque en esto no hay sueldos altísimos ni altos ni medianos y más que de techo de cristal podríamos hablar de un suelo fragilísimo. Tampoco hay un machismo de cartón piedra, en absoluto, sino, en todo caso, lo contrario, al menos en el deseo, como atestiguaba esa crítico a la que solicitaban con frecuencia y desesperación explícita.

Quizá yo tenga una respuesta, aunque sólo basada en mi experiencia. Ellas suelen ser mucho más realistas con su tiempo. No dicen a toda oferta de colaboración que sí de inmediato. La sopesan según su disponibilidad y según su conocimiento y hasta su afición, con una responsabilidad desconocida para el hombre, que suele tirarse de cabeza a hacer los horóscopos, si es lo que le piden y no choca demasiado frontalmente con sus principios. Observo en ellas igualdad de talento, cuando la hay, que es a menudo, pero un punto más de prurito de pureza intelectual.

Por eso yo, que estoy en contra de las cuotas por las mismas razones que ha zanjado la ironía de Consuelo del Val en el primer párrafo, me alegro tanto de encontrar mujeres alrededor. No por cuadrar la cuenta matemática, sino porque me doy cuenta de que son indicio de un aire ciertamente respirable.

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