La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

El queo de quitar luz sin dar fresco

Octubre, antes de sábana y colcha, se ha convertido en una prolongación pegajosa de septiembre

Anuncian que entraremos en octubre con temperaturas veraniegas. Nada del todo nuevo. Ya que hoy es viernes, y por lo tanto día del Señor, recordemos los calores que pasamos cuando el 16 de octubre del año pasado el Gran Poder enfiló Luis Montoto, el sol justiciero que abrasó la multitud, los sudores de los hermanos embutidos en sus trajes y estrangulados por sus corbatas. Aquel fue el octubre más caluroso desde que hay registros. Pero no recurro a los datos objetivos, sino a la memoria, siempre falible y subjetiva desde luego, pero también irrenunciablemente nuestra como experiencia.

Septiembre ha sido siempre el mes pegajoso de calores y moscas, el mes que se despedía con el veranillo del membrillo o de San Miguel, delicioso para quien veranea, odioso para quien trabaja en las latitudes sureñas, antipático por acortar la luz sin a cambio atenuar el calor agravado por el bochorno. Junio, julio y agosto hacen el justo trato de aumentar los grados a la vez que la luz. El pegajoso y fullero septiembre acorta la luz sin dar a cambio algo de fresco. Y octubre, antes de clima suave tirando a fresco de taparse con sábana y colcha, primeras sopas por la noche, chaquetas ligeras, señoras -en lo antiguo, ya lo sé- con rebequitas por los hombros, se ha convertido en una prolongación pegajosa y calurosa de septiembre de una forma aún más cicatera, acortando más los días sin compensarlo con un respiro de frescor. Toda la tristeza de los días cortos y las noches tempranas aunada con el sofoco de un calor que, tras seis meses de asedio, nos coge tan cansados de luchar contra él como los numantinos en el quinceavo mes de asedio. Aemet predice entre 33 y 35 grados para octubre, pudiendo alcanzarse incluso 38 el próximo miércoles. Quizás para Todos los Santos y los Fieles Difuntos, consumado el 30 de octubre ese estúpido cambio horario que adelanta aún más la noche, llegue el primer, tímido frío. Pero no se hagan ilusiones.

En fin. Son las siete menos cuarto de la tarde. Ha empezado a llover tímidamente (esta es otra: ¿desde cuándo no llueve en Sevilla?). El cielo se ha hecho uniformemente gris. Un viento fresco mueve los visillos. Se oye el necesario, deseado y siempre grato repiqueteo de la lluvia. Es un espejismo, lo sé. Estamos en tiempos de pertinaz sequía. Pero disfrutemos lo poco que dure como los ingleses gozan de un día de sol en los parques.

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