HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

La raza negra

Febrero está dedicado en Estados Unidos a la raza negra, el 13% de la población, no por ser el mes más corto, que hubiera sido un agravio, sino porque al primer licenciado negro por Harvard a principios del siglo XX, Woodson, se le ocurrió como homenaje al abolicionista Frederik Douglas, nacido en febrero, y porque en ese mismo mes de 1960 unos estudiantes negros se sentaron en el restaurante para blancos de los famosos almacenes Woolworth, creando una incómoda situación que caldeó los ánimos y desembocó en la fundación del Movimiento de los Derechos Civiles. Se consiguieron con el tiempo en las leyes, no en la sociedad, hasta el punto de tener hoy un presidente mulato. En Norteamérica hay negros eminentes en muchos campos del saber, pero la mayoría es pobre y despreocupada, con esa pobreza de Estados Unidos que para sí quisieran los países de origen de los negros americanos, donde la pobreza es de verdad.

A los negros les dan varios nombres eufemísticos porque allá se inventó la cultura de la queja y la hipocresía de la corrección política del lenguaje; pero en español tenemos un idioma latino y no tenemos por qué estropearlo: cambiar el nombre no cambia a las personas ni a las cosas y da principio a una sucesión inagotable de eufemismos cambiantes para que todo siga igual. También de Estados Unidos es el antidemocrático multiculturalismo, esfuerzo estéril para encontrarse con África en América. Para que exista una cultura diferente tiene que haber conciencia previa de pertenecer a ella: nadie oye yaz pensando en Senegal y los cantos que los criados negros aprendían de los judíos están en el blues. Los negros de Estados Unidos son de cultura europea y de civilización cristiana y pocos emigrarán a África, donde el racismo no es una manera de pensar, sino una política tribal armada, sin cuotas por tribu para ciertos trabajos ni eufemismos.

Es muy corriente pensar que el hombre de otras épocas era peor que el actual, pero en esa apreciación simple hay soberbia blanca y racismo soterrado. Los europeos que se encontraron por primera vez con poblaciones negras viviendo en el neolítico, guerreando, como hoy, entre tribus con crueldad inaudita, pensaron estar ante salvajes porque así lo parecían, no porque los europeos fueran tontos o malos. La tradición iconográfica pintaba negros a los diablos y en los ejércitos antiguos los ponían en vanguardia para asustar al enemigo. El principal problema de los negros en América no es ser pobres, pues muchos no lo son, sino que no se mezclan y, en general, han descuidado la educación de sus hijos durante generaciones y descendido en inteligencia y habilidades. Los autores del estudio realizado hace unos años sobre este asunto fueron acusados de racismo, uno de los muchos calificativos usados por el progresismo cuando no le gusta algo, una manera de pensar perfecta para negar la realidad.

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