La tribuna

manuel Bustos Rodríguez

El regreso

CUANDO el verano va lentamente despojándose de sus rigores, la Liga comienza y se atisba la llegada de la normalidad, el observador no puede por menos que mirar con desasosiego el nuevo curso. Sobre todo, porque significa el regreso a los problemas que dejamos aparcados en julio, y las tensiones y las preocupaciones vuelven a activarse. Y todo parecerá semejante a como lo dejábamos, y sin nuevos recursos de los que echar mano.

Vivimos en un país privilegiado, si lo comparamos con la mayoría, donde apenas se respetan los derechos humanos, hay grandes masas de población que sobreviven a duras penas y sufren el yugo de oligarquías corruptas que depredan a sus gentes. Nosotros, en cambio, seguimos perteneciendo a la élite mundial.

Sin embargo, es verdad que en España se vislumbran problemas de calado que ensombrecen el presente y plantean incertidumbres de cara al futuro. Con diferencias de grado, algunos son compartidos por el resto de Europa.

Aunque en política se sea refractario a hacerlo, debemos pensar al menos en el medio plazo. Parece olvidado el grave asunto de las autonomías, pero sigue presente, y las propuestas no pasan de ser meras operaciones de maquillaje. Sobre el tema se acumulan contenciosos importantes sin resolver: su alto coste de mantenimiento, las duplicidades en los servicios, el debilitamiento de la pertenencia a la patria común. Pero a la defensa de la situación por quienes tienen interés en la perpetuación del modelo actual, se une el temor a abrir este grueso melón y la actitud de partidos que quieren romper a no mucho tardar este frágil marco constitucional, para erigirse como naciones independientes. Es tremendo que, conociendo su objetivo, desobedeciendo la ley abiertamente, como ocurre en Cataluña, se siga pensando en ellos como posibles aliados políticos. No creo que, en democracia, valga todo.

Aun cuando el tema autonómico bastara por sí mismo para perturbar la vuelta, no es el único. A medio plazo, las prestaciones del Estado, tal como hoy las conocemos, no están aseguradas. El crecimiento de ingresos del fisco no basta para compensar las derramas necesarias para mantener los despilfarros, así como los gastos que generan los jubilados y los parados. La demografía anda en números rojos, y nada parece apuntar a que pueda llegarse hasta ese 2,1 por mujer, necesario para asegurar el relevo generacional. Los dirigentes políticos no se animan a abordar el asunto con rigor, pues implica aumento de impuestos o reducción del gasto público, y abordar una política de protección de la familia natural y estable, que podría ahorrar gastos al Erario.

El horizonte económico no acaba tampoco de despejarse. Somos adelantados en encargos sofisticados del exterior (plataformas marítimas, AVE, metro, canales y puentes volantes), pero no generamos el empleo necesario. Los jóvenes emigran tras una inversión cuantiosa en su formación. El déficit del Estado sobrepasa el PIB y, durante generaciones, estaremos hipotecados por pago de la deuda. Seguimos aún atados a nuestra condición de constructores de viviendas, de hoteleros y hosteleros, haciendo honor al título de país para el ocio y el entretenimiento de los europeos.

Por último, y sin ánimo de ser exhaustivo, tras el olvido a que invita el verano, reaparecerá el problema educativo. Nuestros jóvenes no aprenden como debieran. Son protagonistas de la tremenda revolución tecnológica en curso, donde prima lo rápido, lo fugaz, la interacción y el salto informativo sobre la reflexión, la búsqueda pausada y disciplinada, que exige la investigación y el aprendizaje. El libro, el artículo, incluso cuando se trata de textos electrónicos, son marginales en el mundo de los jóvenes y de los no tan jóvenes. Se requiere profesores bien formados. Y las propuestas de mejora de la enseñanza más parecen ahondar el problema, por no ser capaces de ver las causas, que de corregirlo.

Frente a estos y otros retos hace falta una cantera de buenos dirigentes políticos, preparados, desprendidos, prudentes pero valientes a la hora de afrontarlos en este tiempo único. Por desgracia, el nuevo curso se abre con un panorama preocupante. Si ello sucede en cuestiones políticas coyunturales, ¿qué podemos esperar ante los grandes retos de futuro que exigen medidas a más largo plazo? Son grandes las diferencias en temas tan importantes como el desafío independentista, la sostenibilidad de las prestaciones sociales, la reordenación autonómica, la economía o la educación, y está lejos de lograrse una coordinación eficaz que pueda resolverlos.

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