La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

La rendición de Pablo Iglesias

El pez grande se está comiendo al chico: a Iglesias sólo le queda el derecho al pataleo y al postureo

Qué racha la de Unidas Podemos. Salvo el Ingreso Mínimo Vital, que en realidad era un proyecto compartido, todo lo que la izquierda radical aportó al programa del Gobierno de coalición se ha ido difuminando. La pandemia y Pedro Sánchez se lo han cargado. Lo último es la fusión de Caixabank y Bankia, que refuerza el odiado capitalismo financiero y liquida cualquier posibilidad de banca pública, contemplada en el pacto súbito de Pedro y Pablo.

Nueve meses de gobierno marcados por una tragedia sanitaria y un drama económico y social descomunales han despejado absolutamente la incógnita originaria sobre quién saldría ganando en la cohabitación: Pedro Sánchez, por goleada. El pez grande se está comiendo al chico. La gobernación de la España del Covid-19 consiste en un trágala permanente para Pablo Iglesias, al que le queda el derecho al pataleo y al postureo. No deja de marcar distancias, remarcar divergencias, anunciar cosas que sus socios rechazan, atribuirse paternidades dudosas de medidas de otros ministros y lanzar pomposos ultimátums y amenazas de chichinabo, pero lo que se hace es lo que deciden Nadia Calviño, María Jesús Montero o el propio Sánchez.

Hay varias razones que explican esta situación. Primera, que el PSOE es un partido sólido, asentado y centenario, mientras UP es un conglomerado de taifas juveniles o adolescentes, sin estructuras territoriales ni más experiencia que la calle, el escrache y el aula. Segunda, que no hay color entre la inteligencia, astucia y adaptabilidad de Pedro Sánchez y la torpeza estratégica, el dogmatismo ideológico y la intransigencia de Pablo Iglesias (por no hablar de la imagen pública de uno y otro). Tercera, y fundamental, que aunque los dos se necesitan, el primero necesita menos y el segundo necesita más. De momento, Sánchez puede echar a Iglesias por decreto, mientras que Iglesias, para desalojar a Sánchez de la Moncloa, tendría que urdir una moción de censura imposible con sus enemigos declarados, que empezaría por sacarlo a él mismo del Gobierno que vicepreside, y para no volver.

En cuanto a la posibilidad de salir voluntariamente del Gobierno, reventar la legislatura y provocar elecciones anticipadas, peor me lo ponen: Sánchez se jugaría en ellas su permanencia en el poder -y ya ha resucitado más de una vez en el pasado-, pero es que Iglesias se juega su supervivencia política y la de su atribulado partido. Un mal negocio. Por eso traga, traga y traga.

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