TIENE QUE LLOVER

Antonio Reyes /

El retorno a Ítaca

NO todas las vueltas son placenteras, como le ocurrió a Ulises, a su regreso a Ítaca, cuando se encontró que su mujer, Penélope, a base de tejer sudarios, supo esperar el retorno de su marido de la guerra de Troya.

A nosotros se nos termina el verano, el tiempo del ocio y de la libertad. Y sin solución de continuidad nos adentramos en septiembre, el mes antipático por antonomasia, porque la llegada del otoño nos devuelve a la cruda realidad, al hecho de que somos esclavos del trabajo o del paro, de los problemas, de la rutina y los conflictos. Más bien, nuestro regreso se asemeja al que se hubiera encontrado Ulises en Ítaca, si su querida Penélope se hubiese casado con uno de sus pretendientes, aburrida ante tanta demora.

Ha sido este un verano atípico, un tiempo en el que se han ido fraguando las decisiones que tendremos que afrontar a lo largo de los próximos meses y, si me apuran, de los próximos años. Intento hacer memoria y no recuerdo un verano tan conflictivo, especialmente en esta ciudad, ni unas perspectivas otoñales tan difíciles como las que tenemos por delante.

Septiembre va marcar un punto de inflexión en lo que hasta ahora ha sido nuestra historia colectiva en las últimas décadas. Porque va a significar el comienzo efectivo, ahora sí, de la pérdida de algunos de los derechos que a lo largo del tiempo habíamos ido consolidando. Vamos a toparnos de frente con las consecuencias de las grandes medidas que marcan la política social, económica y financiera de un gobierno mediatizado por decisiones supranacionales.

Tendremos que asumir que el periodo de jauja, aquel en el que pensábamos que éramos los nuevos ricos del continente, ha terminado. Solo nos queda avanzar, o retroceder sería más exacto, por la senda de la miseria y del empobrecimiento: subida del IVA, copago sanitario, finalización de las prestaciones sanitarias para inmigrantes, reducción de salarios, eliminación de la paga de Navidad, proliferación de ERES, incremento del paro…, y lo que te rondaré morena. En definitiva, la pobreza se ha instalado entre nosotros y, a lo que se ve, por un periodo largo.

Claro que al igual que la naturaleza es sabia y, por ejemplo, ha sabido preservar la costa atlántica gaditana de los desmanes constructivos gracias al viento de levante, podríamos intentar que un vendaval arrasara el sistema voraz que nos engulle y que nos reduce a la nada. Y para eso, para plantar cara, para hacer frente a los atropellos, el otoño es el tiempo ideal. Lo que está en juego es mucho más que la aceptación de un conjunto de medidas económicas transitorias. Sobre la mesa está la consolidación de un sistema que hace de la desigualdad y las diferencias su razón de ser. De un sistema que agudiza la pobreza de la mayoría para incrementar la riqueza de unos pocos. Volviendo a la Odisea de Homero, tal vez no nos quede otra que, como Ulises, coger el arco de la palabra y las movilizaciones y terminar con tanto pretendiente a rey que aspira al trono con la intención de arruinar nuestras vidas.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios