Habladurías

Fernando / taboada

El rey del mambo

EXCEPTUANDO al puntilloso artista Antonio López (que hace veinte años recibió el encargo de retratar a la Familia Real y al pobre no le ha dado tiempo aún de terminar el lienzo) casi todo el mundo ha recibido con entusiasmo la decisión del monarca de quitarse la corona para que la lleve otro por él. Su hijo, por ejemplo.

Los monárquicos están la mar de contentos, porque entienden que así la institución se consolidará para los restos. Y si los monárquicos están contentos, ¿es posible que sus rivales republicanos también lo estén? Pues sí, por aquello que dicen de los ríos revueltos, los pescadores y sus ganancias.

Para los primeros, la cuestión sucesoria está zanjada, ya que esto de las coronaciones no se resuelve publicando en el periódico una oferta de empleo en la que "se busque Rey de España, con buena presencia, titulación, aunque sea nobiliaria, dotes de liderazgo y Rolls Royce propio." Como para tomar asiento en el trono ni se requiere aprobar oposiciones ni hacen falta cartas de recomendación, y tampoco hay que preguntar qué opina la canciller alemana, con echarle un vistazo a la Constitución, a ver qué dice, y encargarle a la Fábrica de Moneda que vaya acuñando los euros nuevos, la cosa está resuelta.

Y esto es lo que no soportan los republicanos. Que la Jefatura del Estado en pleno siglo XXI se decida por cuestiones de sangre (y encima con el amparo de una Constitución quedice no sé qué del pueblo soberano) les saca de quicio. Por eso reclaman un referéndum. Y claro, como nuestra tradición democrática es algo enclenque, ante una propuesta así muchos empiezan a señalar a los republicanos como si fueran unos lunáticos muy peligrosos, entregados a la bohemia y al adulterio, y que no celebran las primeras comuniones de sus hijos porque antes de que les llegue la edad se los comen con tomate.

Pero si echamos un vistazo a las repúblicas que nos rodean, ni parece que el destino de los franceses esté en manos de gente endemoniada y antropófaga, ni que los Estados Unidos de América sean el vivo ejemplo de la anarquía. Si nos fijamos en los detalles, la diferencia entre una monarquía y una república es más bien decorativa, de manera que tampoco diría yo que, por cargarnos la Corona, España fuera a convertirse en una especie de merienda campestre con la gente besándose a todas horas y cantando en corro.

Si yo fuera monárquico -que no es el caso-, estaría deseando que se celebrara ese plebiscito. Más que nada porque estoy seguro de que la consulta les iba a dar la razón. ¿O acaso los españoles no son mayoritariamente monárquicos? No hay más que salir a la calle. Al que decide montar un puesto de patatas fritas ¿cuál es el primer nombre que se le ocurre? El Rey de la Patata, exactamente. ¿Y si lo que piensa abrir es un bar? El Rey de la Cerveza. O el Rey de la Tapa, según la especialidad de la casa. En los carnavales se nombran reinas. Y en las fiestas de Talavera. Y cuando uno se siente enorme, ¿cómo lo expresa? ¿Diciendo que es el Presidente de la República del Mambo? Suena fatal, no me lo nieguen.

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