TIENE QUE LLOVER

Antonio Reyes

¿La roja?

E sPAÑA ha ganado la Eurocopa, ha vuelto a entronizarse, por fin, como nueva campeona de Europa de selecciones. Empezar así un artículo, tras la que se ha montado a comienzos de semana, es una obviedad. Lo sé, pero hay veces en que es preciso revolcarse en lo obvio para hacerlo, precisamente, más meridiano.

Verán, en medio de la vorágine de estos días, de los récords de audiencia televisiva, de la felicidad generalizada, de la toma de las calles, no estaría de más que todo este batiburrillo nos sirviera realmente para algo más que para habernos confortado los corazones por un tiempo, que ya es importante, o para olvidarnos por unos días de la maldita crisis económica, ¡qué alivio!, o, tal vez lo más importante, para rendir un merecido homenaje a Ramón Gómez de la Serna, persona menos manteada y popular que Luis Aragonés, pero que anticipó en su obra alguna de las cosas que han sucedido con la victoria hispana.

Este madrileño acuñó el término greguería, una especie de sencilla reflexión o de metáfora cargada de humor, para trastocar la realidad, para teñirla, con ingenio y gracia, de fantasía, para subvertirla y para hacer de lo obvio un sueño, una quimera.

Y digo que el triunfo de la selección es también un homenaje a Gómez de la Serna porque algunas de las cosas ocurridas pudieran haber sido escritas por el creador de la Tertulia de Pombo. Por ejemplo, más de treinta años de debate en torno a la enseña nacional y al papel de las autonomías, banderas y nacionalismos incluidos y, de buenas a primeras, cuando el Lendakari lanza su proyecto de referéndum, una ola de patriotismo nos invade, la compra de banderas nacionales se dispara, se cuelgan en los balcones, se portan en los coches, se usan como improvisados mantones…, una locura nacional: una greguería.

Pero hay más. Cincuenta años tarareando el himno patrio. Meses de debate para concensuar sin éxito una letra que poder cantar a coro en los grandes eventos y, de forma impensada, resucita Manolo Escobar, y su ¡Viva España! se impone de manera inesperada en el hit parade de los cánticos de las celebraciones: otra greguería. Ítem más y suplementario. Toda la vida denostando al comunismo y a uno de sus símbolos, la maldita Plaza Roja de Moscú en la que yacen los restos, que ya deben ser muy pocos, de Lenin, y en escasos días, por mor del fútbol, nuestra tradicional y simbólica Plaza de Colón, ejemplo de raigambre histórica, se nos transforma en la nueva "Plaza Roja" de ¡Madrid! Imagino que Colón estará que trina: una extraordinaria greguería.

No sé si a estas alturas, el ídolo de la contienda, Luis Aragonés, habrá firmado o no por el Fenerbahce turco para lamento de los entusiastas forofos, pero una cosa debe quedar clara: esta Eurocopa tiene otro héroe anónimo, Ramón Gómez de la Serna. Sin él no hubiera sido posible que la razón y la historia se trastocaran tan súbitamente, en cuestión de semanas, en pura y divertida pasión hispana. La vida: Greguerías.

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