HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

El rompecabezas climático

EN esto del clima debe haber secretos inconfesables y misterios sin resolver, intereses políticos, económicos y de todo orden, pues no pasa una semana sin que se publiquen en los periódicos y sus suplementos noticias y reportajes más o menos intemporales sobre este asunto con las opiniones más encontradas. Las opiniones sobre el cambio climático se dividen fundamentalmente en dos, a saber: el clima cambia para peor porque la tierra se calienta, y el clima cambia para mejor porque un calentamiento como los que se conocen del pasado remoto, con la humanidad ya sobre tierra, no quiere decir que vivamos peor. Otra cuestión no resuelta es si el planeta se calienta o se enfría, discusión frecuente en la prensa, aunque el buen cartel y la buena fama la tiene el calentamiento, al parecer porque quien calienta es la derecha y quien se calienta es la izquierda, o lo que viene a ser lo mismo: los países ricos calientan a los pobres.

Estas proposiciones, no aclaradas del todo, amenazan con no tener fin, habida cuenta de la lentitud de los cambios del clima terrestre. Sería mejor, en lugar de hacer demasiado caso a las noticias y reportajes que nos alarman, ir a los libros. Hay obras generales de meteorología y climatología, incluso paleoclimatología; las hay de climatología histórica para saber, con ayuda de otras disciplinas, como se comportaban los meteoros en diferentes épocas y su influencia en el auge o decadencia de las civilizaciones. Luego hay libros más concretos, aparecidos a raíz de la controversia del cambio, unos con argumentos científicos, mapas, referencias a documentos antiguos que hablan de frío, calor, de la lluvia o de la falta de ella, y cuadros estadísticos desde que se elaboran; otros insisten en la ideología: qué va a ser de los pobres si llueve menos por una glaciación, o dónde, si se funden los polos, van a emigrar los neoyorquinos.

No deben mezclarse las investigaciones científicas con los sentimentalismos ni las simpatías políticas, ni mucho menos utilizarlas con fines ideológicos. Cuando se ha hecho, ha acabado en desastre. Las actuales investigaciones que se prestan a manipulación política vienen precedidas de advertencias: cómo se han realizado, por qué se ha llegado a tales conclusiones y, con firmeza, que los fines del trabajo son científicos y no políticos. No debería hacer falta. Las teorías e hipótesis de las ciencias, si se puede, se refutan. Decía Tuñón de Lara, en Cuadernos para el diálogo de marzo de 1975: "Todos los historiadores tenemos que hacer un gran esfuerzo para que no se filtre ideología inconscientemente." Los historiadores y los investigadores en general. La Historia se manipula con facilidad, otra cosa es que el lector se la crea; pero, ¿el cambio del clima? Pues en esas estamos, cerca ya de ver intencionalidad política en las manchas solares o en la deriva de los continentes.

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