Tribuna cofrade

Salvador Gutiérrez Galván

Sacrificio

“Sé perfectamente cómo soy”. Esta aseveración atraviesa el gentío sin reparo. Cada cual se cree dominante y concluyente con su interior. Pensamos que somos dueños de nuestra periferia íntima. Craso error ya que, si hurgamos, podemos zangolotear tonos y matices de nuestra soberbia. Decía San Agustín que Dios está más dentro de nosotros que nosotros mismos. “Tú que eres más interior que mis cosas más íntimas” (CS 118,22,6).

Quisiera prologar de este modo la necesidad de reparar en nuestra interioridad en días en los que la sociedad se apedrea por las calles. Días difíciles que nos llevan, a pesar de todo, a una nueva encrucijada personal. Tiempo de cuaresma en que el cristiano se mira introspectivamente, se analiza y pone a prueba aquellas cosas poco comentadas en foros sociales y tertulias mediáticas. Me refiero al término sacrificio en toda su plenitud. De puertas para adentro un padre trata de inculcar a un hijo la necesidad del sacrificio. Esto es norma, tradición y asunto solícito en cualquier familia de bien. De puertas para fuera, asunto banal y arcaico del que nadie habla ya por aquello del embate progresista del momento. Y así caminamos en nuestra historia, señalando lo efímero con los demás y añorando lo importante para nuestros allegados;  paradojas de la vida que nos deben desconcertar. Digamos pues de forma valiente, a próximos y alejados,  que vale la pena el sacrificio, mucho más el personal. Te engrandece humanamente y te forma espiritualmente si lo enfocas en Dios. Porque sigue siendo una  elección personal de someternos a algo que nos es incómodo o poco grato y que, de realizarlo, nos produce la satisfacción de haber hecho lo correcto. Porque sigue siendo tradición, canon y conducta cívica digna de admiración sociológica. Porque  sigue expresando la fe de nuestros padres, y la gesta de Abrahán, y el ayuno que nos enseñaron las abuelas, y el esfuerzo personal sin más pretensión que tu prosperidad. Y porque somos cristianos y sabemos que el mayor ejemplo de sacrificio lo tenemos en la Cruz. No te avergüences y busca, con alegría, lo que verdaderamente celebras durante la Cuaresma.  Una huida al desierto siempre viene bien.

A los que vociferan, a los payasos televisivos, a los mediocres, los elevados, los entendidos, los humildes, los pobres, los perseguidos, los poderosos, los que se apedrean y los que lloran…Todos somos rehenes de nuestra interioridad. ¿Qué hay dentro de ti? ¿Y cómo lo vas a cambiar? Búscate y no cedas a la hipocresía.  

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