¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Por sedición, un gallifante

Si Sánchez necesita indultar a los sediciosos que lo haga sin tapujos, pero que no se dedique a manosear el Código Penal

LA vicepresidenta egabrense, Carmen Calvo, lleva una semana de las buenas. Primero fue el informe de la Real Academia Española que echa para atrás sus pretensiones de convertir la Constitución en uno de esos paródicos documentos del feminismo administrativo que tantos chistes provoca (ya saben: “los andaluces y andaluzas…”, etc.). Después, el pardo encargo de tener que defender ante los medios de comunicación la reforma del Código Penal para rebajar la pena por el delito de sedición. Objetivo: pagar el apoyo de ERC a la investidura de Sánchez. En el primer caso, Calvo usó la vieja técnica de poner cara de reina ofendida y lanzar al frío y velazqueño aire madrileño un velado reproche a los venerables guardianes del idioma: “El lenguaje inclusivo no hay quien lo pare, está en la calle” (sic). En el segundo, optó por un remedio político aún más antiguo, mentir a los intrépidos reporteros que la rodearon con sus alcachofas: “La reforma del Código Penal no forma parte de la mesa de diálogo con Cataluña” (otro sic).

Los agradadores de Moncloa nos intentaban ayer consolar sobre la segunda cuestión: “el Gobierno lo ha estudiado bien técnicamente para que todo se haga dentro de la más estricta legalidad”. Estamos, pues, ante una nueva versión de aquel “de la ley a ley” del finísimo Torcuato Fernández-Miranda, lo cual no dejaría de ser un alivio en unos tiempos en que la pasión “desjudicializadora” está dispuesta a obviar cuestiones tan engorrosas como el derecho y los tribunales. No obstante, lo que más llama la atención es la falta de coraje en este asunto del presidente Sánchez, un hombre que siempre ha sido farruco a la hora de defender sus opciones, pero que se arruga cual papa canaria ante todo lo que tiene que ver con Cataluña (¿o debemos escribir ya Catalunya, como en su día nos colaron lo de Euskadi?). Si el presidente necesita indultar a los sediciosos para seguir en la Moncloa, que lo haga sin tapujos, lo explique bien a los ciudadanos y asuma las consecuencias. Pero, por una mera cuestión de higiene, no debería manosear una herramienta tan importante para la convivencia como es el Código Penal. Parece una obviedad que la sedición, en un país con los problemas territoriales de España, debería estar duramente penada para frenar nuevas intentonas como la del 1-O. Sin embargo, estamos a punto de premiar este delito con un gallifante, aquella quimera de la TV de finales de los ochenta que va camino de convertirse en la mascota del flamante Gobierno de Progreso.

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