El año pasado, los colegios y, sobre todo, sus importantísimos usuarios, alumnos y profesores, sufrieron las desagradables consecuencias de las huelgas que provenían de las justas reivindicaciones de las limpiadoras. El problema se enconó, pero llegó a solucionarse. Estas esforzadas señoras se parten el alma desde la madrugada - también todas las tardes - para que a las nueve menos diez de la mañana, los centros estén en perfectísimas condiciones para acoger a la chavalería. Doy fe que, con poco material humano, los colegios, gracias a tan eficientes profesionales, se encuentran diariamente en riguroso estado de limpieza. Sin embargo, todas las mañanas asistimos al desagradable espectáculo de ver cómo, poco antes de que los alumnos del Colegio Miguel de Cervantes entren en sus aulas para comenzar su jornada escolar, los servicios de la limpieza del Ayuntamiento de Jerez pasan, mangueras en ristre, por calle Armas y Plaza Monti - donde se encuentran las puertas del citada colegio - baldeando a presión aceras y calzadas. Es su trabajo y, por la cantidad de agua que utilizan y como lo hacen, creo que cumplen sobradamente su misión. No obstante, tan eficiente servicio en bien de la limpieza ciudadana, repercute negativamente en el colegio y en muchos de los establecimientos y oficinas que, a esa hora, abren sus puertas. Por mucho que las limpiadoras se hayan matado dejando el suelo como los chorros de oro, a las nueve de la mañana el mármol del que fue edificio de los antiguos Juzgados de Jerez se han convertido en un lamentable barrizal. Dios me libre meterme en el trabajo de los encargados de la necesaria limpieza pública. Pero, mi pregunta y la de las mamás y papás de más de quinientos alumnos del Colegio Cervantes es contundente: ¿no existe otra hora para realizar tal servicio? Aunque sólo sea por el trabajo de las limpiadoras y del portero de dicho centro, pedimos un poco de sentido común.