Eldebate sobre la eutanasia está servido por el caso de Ma. José Carrasco. El drama cuestiona el sentido del sufrimiento porque a priori los seres humanos hemos sido creados para lograr la plenitud en aspectos como el amor y el conocimiento, lo cual nos permite tocar positivamente a los demás.

Sin embargo, hay casos en los que la naturaleza se retuerce y altera el estado de bienestar que debería prevalecer durante la existencia. Para mí, el dolor, la incapacidad, la enfermedad y cualquier limitación física o psíquica son estados que perturban, aunque también pueden producir cambios positivos en la perspectiva de la vida.

Estos estados perturbadores se oyen, se huelen, se sienten y se soportan en primera persona. Son como caballos desbocados que corren sin freno dejando a su paso un campo plagado de preguntas sin respuestas: ¿Por qué a mí?, ¿por qué ahora?, ¿qué he hecho para merecer esto? Frente a lo anterior solo existe un profundo silencio, que a manera de cómplice, deja caer sobre el enfermo una soledad indescriptible.

La cuestión es cómo se gestiona el sufrimiento y la desesperación mientras llega el final. Quizás intentando darle un sentido que puede depender de las creencias de cada persona, los católicos pensarán que vuelven a la casa del Padre y eso puede proporcionarles algún consuelo. También entran en juego la fortaleza y la paciencia, que cuando no están bien atadas pueden dar paso a la rabia y empeorar el panorama, ya que al enfermo no sólo le toca luchar por su estabilidad física sino también por su equilibrio psicológico.

Los que llegan a la aceptación de su realidad son los que mejor encajan su situación, lo cual implica dejar finiquitados los asuntos pendientes y despedirse de todo. Pero mientras no llega el silencio final, la capacidad de resistir cojea entre la esperanza y el desahucio, entre la certeza de una vida después de la muerte y la extinción total, entre pronunciar el adiós definitivo o mantenerse a la espera de un milagro.

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