la esquina

José Aguilar

Para qué sirve el Senado

ESTÁ cambiando el objetivo institucional favorito del español airado con la clase política. Antes se preguntaba para qué sirven las diputaciones provinciales y ahora se pregunta para qué sirve el Senado de la nación. Ambas instituciones, consagradas por la Constitución, pugnan en dura lid por encabezar el ranking de organismos de cuya utilidad se duda.

El Senado debía ser la cámara de representación territorial de un Estado de las Autonomías que funcionara sobre la base de la cooperación y la integración de los intereses dispares de las comunidades. Los partidos se han encargado de vaciarla de contenido, reduciéndola a cámara de segunda lectura de las leyes -supeditada siempre al Congreso- y convirtiéndola en el descansadero de políticos que ya están de vuelta o han resultado víctimas de las querellas partidistas y han recibido un premio de consolación por los servicios prestados.

El caso es que no hay una sola formación política con escaños en el Senado que no haya defendido de boquilla la necesidad de transformación de la Cámara Alta. Pero o no han hecho nada o lo que han hecho ha sido adoptar medidas de modernización cosmética que no atacan la raíz del problema. A alto coste, por cierto. Piensen en la lastimosa iniciativa de implantar un sistema de traducción simultánea para que los senadores puedan intervenir en sus lenguas vernáculas en vez de entenderse en la lengua oficial del Estado, el castellano, que es la que hablan y comparten todos ("Todos los españoles tienen el deber de conocerla", dice textualmente el artículo 3 de la Constitución que los senadores juran o prometen acatar y defender). En pagar a los traductores y sus equipamientos se va un dinero curioso, y perfectamente prescindible. Se ha dado el caso ridículo de que alguna delegación de parlamentarios de la América que habla español ha tenido que ponerse los auriculares para que les tradujeran las intervenciones de miembros del Senado de España que se pronunciaban en catalán, vasco o gallego. Sería difícil encontrar un país plurilingüe en el que pase algo parecido entre políticos del mismo idioma.

Hablando de gastos disparados, el Senado se ha gastado casi medio millón de euros para renovar su página web, loable propósito modernizador y de puesta al día pero excesivamente caro al decir de los expertos del sector y al pensar de muchos ciudadanos, que ven recortes por todas partes menos por la que representa una cámara apenas legislativa y nada autonómica. Si sus señorías siguen así no es raro que crezca sin cesar el número de españoles que se preguntan para qué sirve el Senado. Por lo menos las Diputaciones no necesitan servicios de traducción...

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