Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

El socialismo se nos hace papista

Que la Iglesia católica es un poder temporal de primer orden es algo que no cabe poner en duda. En una histórica tensión, la Santa Sede y su Estado -la Ciudad del Vaticano- ejercen desde hace siglos influencia política sobre los pueblos. Un trasunto del poder eterno que espiritualmente compete a la Iglesia. Cabe recordar que el clero ha sido masacrado en guerras civiles no lejanas, y casi a la vez un aliado del poder totalitario. De hecho, no pocos dictadores han sido sacados bajo palio por obispos afectos. No sólo los fascistas, como Franco: a finales del siglo pasado, el amor entre Fidel Castro y el papa Juan Pablo II fue desconcertante. Ahora asistimos al enésimo aggiornamento del papel del papado, que ostenta un vicario de Cristo jesuita que causa furor entre la izquierda española, técnicamente aconfesional y, por norma, agnóstica o atea. La Iglesia parece ser otro elemento de marketing político. Eso cabe deducir de las palabras del ministro Bolaños -entregadito en Roma al inigualable boato católico-, que esta semana ha declarado que los "valores" del Papa Francisco son "los mismos" que los del Gobierno socialista español. Tómate algo.

El Santo Padre -que así se denomina institucionalmente-, de apellido Bergoglio, no es del gusto de buena parte de la tropa creyente ni de los menguantes practicantes del catolicismo español, y, sorpresa, sí es objeto de aprecio de los no creyentes de manual. Sin embargo, la grey católica de diversa índole (de diversidad es de lo que se trata en el ecumenismo; o sea, la gran familia cristiana) es por lo general callada y obediente con su máxima autoridad temporal y eterna; esto es, su Papa, el que toca por designio del Espíritu Santo (marque la casilla que desee). Algunos católicos añoran a Juan Pablo II, conservador en su ejercicio y venerado por los sectores más estrictos de la Iglesia y por la derecha con fe. Pero, salvo bocazas, los fieles de tropa tragan con que Francisco se meta en berenjenales, y que dijera, por ejemplo, en 2019 que vendría a España "cuando hubiera paz": paz entre catalanes independentistas y el Estado del que forma parte Cataluña, como si hubiera entonces alguna guerra. Adujo que soltó aquella rareza -¿dónde hay más paz y derechos que en España?- porque hablaba "de manera críptica"; es decir, inescrutable. Como lo son los caminos del Señor, che, oíste.

Si en los 70 las feministas italianas decían "io sono mia", políticos de la izquierda patria parecen en el XXI reclamar "il Papa é nostro". Cosas veredes, amigo Sancho.

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