LAS dos grandes marcas políticas europeas, socialistas y populares, se diferenciaban hasta ahora por apoyar políticas de austeridad o crecimiento. Cuando salía en el telediario un político europeo y hablaba de austeridad, aunque no pusiera en el subtítulo a que tribu debía su lealtad, sabíamos que era de derechas; y si hablaba de crecimiento, de izquierdas. Toda la progresía a la izquierda de los socialistas viene reclamando crecimiento, pero a lo bestia: el gasto público actual multiplicado por cien. La trampa está en que quien habla de crecimiento defiende políticas keynesianas, es decir, que el Estado aumente su factura de gasto para animar el consumo. Solución mentirosa, probada y fracasada mil veces. O un millón. En Italia y Francia los socialistas por fin se han enterado, y el presidente Hollande que llegó al Eliseo para meter en cintura a Alemania se la ha envainado, ha echado a los progres de su gobierno y ha promocionado al ala más liberal. Puro sentido común. El Estado ha de gastar menos y dejar a empresas y emprendedores que lleven la iniciativa, pues son los únicos que pueden crear empleo. No se trata de recortar, solo que es mejor que el dinero esté antes en manos del contribuyente que en las del Estado despilfarrador. Aquí en España, con un gobierno popular, pero nada liberal, se ha reducido el gasto público muy poco; el Estado se ha sacrificado menos que empresas y familias; las CCAA siguen siendo la herida por la que nos desangramos mientras los impuestos al trabajo impiden la creación de empleo. Cuando el socialismo europeo empieza a civilizarse y planea bajar cotizaciones, los socialistas españoles, los originales y los del gobierno, que son la marca blanca, están a otra. Y es que ya estamos en campaña y los chicos de Iglesias y Monedero vienen pisando fuerte. Y éstos pisan de verdad.

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