Un sórdido encuentro

Es importante saber que el gran poeta podía ser -igual que uno cualquiera de nosotros- un hombre despreciable

Los hechos son más o menos conocidos, y estos días se han aireado en la prensa al conmemorarse los veinte años de la muerte del poeta Jaime Gil de Biedma. Pues bien, un día de 1956, en Manila, Gil de Biedma visitó un burdel cochambroso en el que se acostó con un "adolescente de unos doce o trece años". El poeta dejó una descripción bastante pormenorizada en su diario, que se publicó en 2015, mucho después de su muerte. Eso sí, la experiencia con aquel niño no le resultó nada satisfactoria. "Los chiquillos no me gustan", apuntó. Todos los que conocieron a Gil de Biedma confirman que decía la verdad: no era un pederasta. Pero ese miserable encuentro sexual en un burdel de Manila tuvo lugar. Nadie se lo inventó. Y el poeta quiso que se supiera, o al menos no hizo nada por ocultarlo cuando ya estuviera muerto.

¿Por qué se habla ahora de esto? Porque el Instituto Cervantes ha celebrado un homenaje a Gil de Biedma -a raíz de los veinte años de su muerte- y algunas voces se han escandalizado de que se estuviera homenajeando a un pederasta. El debate es interesante. ¿Fue Gil de Biedma un pederasta? Todo parece indicar que no y que aquel encuentro sexual fue una anécdota en su vida erótica. Es bien sabido que Gil de Biedma frecuentaba en Manila a muchos prostitutos -mestissillos, los llamaban-, pero eran adultos, no niños de doce o trece años (como la Lolita de Nabokov). Algunos de aquellos prostitutos incluso llegaron a aparecer en sus poemas, como el Pacífico Ricaport de La novela de un joven pobre, que es uno de los mejores poemas de Gil de Biedma.

¿Es motivo suficiente para aplicarle a Gil de Biedma la condena que se ha aplicado a otros infractores morales como Polanski, que incluso fue condenado a prisión por haber violado a una niña de 13 años? Creo que no. El hecho es abominable, sin duda, pero se está homenajeando al poeta, que fue un gran poeta, por mucho que se paseara por los burdeles más sórdidos de Manila. Pero es importante saber que el gran poeta podía ser -igual que cualquiera de nosotros- un hombre mucho más que despreciable. Yo tuve la oportunidad de conocer a Gil de Biedma y estuve una mañana maravillosa charlando con él, pero no sé si le hubiera estrechado la mano como se la estreché -con confianza, con admiración, con afecto- si entonces hubiese sabido lo que ahora todos sabemos. Y eso también es importante.

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