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HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano /

El suicidio de la modernidad

EL que fue y nunca más será ministro español de Exteriores, ante los problemas que hace tiempo empezaron a aparecer en Europa derivados de una población musulmana creciente, que no se integra ni tiene remota intención de integrarse, aboga por el fortalecimiento de la Alianza de Civilizaciones. Los sucesos trágicos de Noruega han venido también a dar pie a consejos espirituales y no a políticas sensatas y firmes, que deberían basarse todas en un principio básico: Europa hizo guerras y revoluciones para desembocar en un pensamiento heredero del clásico antiguo, en modelos de sociedad, relaciones humanas, valores y derechos que han servido de ejemplo al mundo; no podemos, por tanto, adaptarnos a culturas que no han recorrido ese camino y que nos llevarían otra vez a un pasado peor y a volver a las guerras y las revoluciones. Son los inmigrantes en Europa los que tienen que adaptarse a las formas de vida europeas y adoptar sus conquistas sociales y políticas.

La Alianza de Civilizaciones, de bonito nombre y de imposible final feliz, nació muerta como todos los inventos inútiles. La humanidad, en todos los tiempos, desde que existe, no ha conocido más, en cada momento prehistórico o histórico, que una civilización y muchas culturas. Civilización es el contínuum, sin solución ni saltos en el vacío, que nos llevó a la revolución neolítica y de ella hasta hoy y, nos parezca bien o no y la contaminemos o no de ideología sentimental y pensamiento torpe, esa continuidad solo se ha dado en la cultura europea extendida por todo el mundo. Las otras culturas, al ponerse en contacto con los europeos, adoptaron muchas de sus conquistas, en particular las técnicas, pero les quedó el vacío del salto. Las clases altas, por razones que no hará falta explicar, están muy europeizadas en todas partes; los pueblos, no. El pueblo llano es el más numeroso y el más conservador.

El respeto a las culturas diferentes es jerárquico: no todas son respetables. Los políticos autoproclamados 'progresistas' se contradicen ante asuntos que deberían estar claros: si un padre mata a su hija en Suecia por haberse casado sin permiso paterno, no saben si hay que respetar esa cultura o mandar a la policía; si una comunidad en Europa condena a muerte a una mujer por adúltera, ocurre otro tanto; si un periódico pública caricaturas de Mahoma, no hacen un millón de carteles para divulgarlas y dar entender que no estamos en Arabia, sino que recomienda a los periódicos que no las publiquen. El multiculturalismo, además de imposible, es retrógrado y conduce a una merma de los derechos humanos y de la democracia misma. Quien no lo quiera ver y llame islamofobia a la defensa de las conquistas seculares del humanismo europeo, es víctima de ideologías que, sin decirlo, favorecen el suicidio de la modernidad.

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