Tribun libre

Juan Luis / vega

Las tablas del Villamarta

SI la Lírica tiene como templo sagrado a la Scala de Milán, la Música Clásica suena como en ninguna parte en la Philharmonie de Berlín y la Danza o el Ballet mas universal puede verse en el Bolshoi de Moscú, nuestro Villamarta debería ser reconocido como el mejor Teatro del mundo para el Flamenco. Desde que se construyó en 1927, por allí han pasado lo mejor de nuestro insuperable arte jondo. Sus tablas rezuman, como si se tratara de un amontillado viejo, el sabor y el aroma de los cantaores mas profundos y el aire del teatro sabe de sigiriyas, soleás y bulerías mas que los patios de vecinos de la calle Nueva, allá por el barrio de Santiago o en las casas de la gitanería sabia de la Plazuela.

Nuestro Villamarta ha oído las gargantas mas secas y rotundas, los grandes quejíos llenos de duende, el sentimiento puro, las lágrimas de un martinete, el compás y la gracia de los cantes de Cádiz y la alegría desbordante de las bulerías de nuestra tierra y ha vibrado con Lola, con La Paquera, con Terremoto y también con Mairena, Fosforito o Camarón y con miles de voces imposibles, llenas de ensueño, dulzura o pasión. Algo inédito e imposible de encontrar en ningún otro sitio del planeta.

Y han sentido en sus entrañas las geniales guitarras de Enrique de Melchor, Sabicas, Manolo Sanlúcar o del llorado Paco de Lucía. Por no hablar nuestros mas cercanos tocaores, reyes del compás, como el maestro Parrilla, el gran Cepero o el recordado Moraíto y sus maravillosas "pataítas" que llenaban de aroma hasta el viejo gallinero de la 11 a la 23. Sus sones y sus falsetas hicieron soñar a miles de aficionados en conciertos o acompañamientos llenos de embrujo y sensibilidad. Aquí también han actuado otros grandes músicos del flamenco, pianistas de memorables zambras o percusionistas de manos increíbles, llenas de armonía y nadie puede negar que los mejores palmeros del mundo se han dado cita en Villamarta desde siempre y lo siguen haciendo cada día en nuestro Coliseo. Imposible no cantar o bailar bien con estas orquestas sinfónicas del redoble que forman El Bo, Chicharito, Grilo, o los hermanos de la Tota y muchísimos otros palmeros jerezanos indispensables en la historia del flamenco. Como también lo han sido los grandes cantaores de "atrás", simbolizados hoy por los extraordinarios David Lagos, Londro, José Valencia, Malena, Lavi, o Miguel Ortega, que con sus voces de oro hacen volar los pies de los bailaores mas prodigiosos y cimbrear las cinturas de las bailaoras mas seductoras.

Pero quizá sea el baile, lo que ha dado mas renombre y categoría al Odeón Jerezano. Al menos en los últimos años. Solo en el Festival de Jerez, del que cumplimos este año 18 ediciones, a razón de 15 actuaciones por año, suponen 270 actuaciones del mejor baile flamenco, cifra que es imposible superar por ningún otro espacio escénico del mundo. Y por supuesto, las tablas del Villamarta tiene grabadas la finura de Antonio, el bailarín, la mejor coreografía de Antonio Gades, con aquel Fuenteovejuna inmortal, la elegancia del Guito, el arte con mantón de Matilde Coral, el genio de Carmen Amaya, la fuerza de la familia Farruco, la belleza de Sara Varas, ademas de los mas grandes "monstruos" del baile local, desde María Soleá y Juana la del Pipa a los actuales Joaquín Grilo o Mercedes Ruiz, ademas de otros miles y miles de artistas que han pisado el escenario jerezano y que sería imposible poder aquí relacionar.

Deberíamos agradecer, quizás al Cielo, o mejor al Señor de Santiago, haber tenido la suerte de nacer en una ciudad tan flamenca y tener un Teatro, que es hoy el Símbolo del mejor Flamenco del Mundo. Y también a ese grupo de profesionales del arte escénico que aterrizaron aquí hace 18 años y que nos han dado tantas maravillosas noches de embrujo a todos los jerezanos y a decenas de miles de aficionados que vuelan hasta aquí desde lugares insólitos, en busca de un sentimiento, de un estremecimiento, de una ensoñación, de algo que les llene su corazón, quizá vacío: El Flamenco.

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