HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano /

Sin techo

A nadie le parece mal que haya varios días al año, proclamados por distintas instituciones, para llamar la atención sobre las personas sin techo. El mundo es grande y en algunas partes se vive muy mal: hay guerras, desplazamientos, migraciones y refugiados, que han existido siempre y sabíamos vagamente de su existencia, pero que ahora los vemos en los periódicos y en los noticiarios al minuto y como si vivieran al lado, cuando hay un periodista para contarlo; si no, las noticias van al paso natural de las caballerías. Y hay pobres, muchos pobres, en todo el mundo, los hay en los países pobres y en las grandes ciudades de los ricos. El hombre es pobre por naturaleza, en el mismo sentido en que lo son los leones y las cigüeñas, incluso los animales más parecidos a nosotros y que tampoco tienen techo. Lo que le pasa al hombre es que se ha enredado en sí mismo a causa de un cerebro singular y una rara inteligencia. Y la conciencia, con todo lo que comporta y que nos hace tan desdichados algunas veces. La mayoría de las vidas, aun las afortunadas, es triste, y el enredo futuro del enredo, imprevisible.

La pobreza es más antigua que la riqueza y por eso se la considera, si es voluntaria, una gran virtud. Sólo quienes por destino son ricos o tienen posibilidad de serlo, pueden por voluntad elegir la pobreza, que no es indigna si previamente no es indigno el pobre, porque de lo que se trata es de tener pocas necesidades. El techo es necesario, aunque sea cueva. Se hizo necesario muy pronto por razones sabidas de todos. Parece mentira que en países ricos, aunque algo menos en estos años, y con gobiernos socializantes haya gente viviendo en la calle en contra de su voluntad y haya medios para caprichos ideológicos, para hacer ver el complicado distingo entre una derecha y una izquierda que han resultado iguales. Algo estará mal dispuesto cuando hay normas antiguas que no permiten vivir y dormir en la calle, ni hacer nada molesto para el vecindario, y otras que dicen que la calle es de todos y podemos usarla para lo que nos apetezca.

En los días dedicados a las personas sin hogar se organizan saraos y se hacen declaraciones, algunas con aspiraciones a mármoles eternos: "La pobreza es ilegítima". ¿Sí? No estamos seguros. Si se declarara ilegal y se persiguiera, tal vez fuera una manera progresista de acabar con ella. Seguramente será ilegal verse forzado a no tener sitio donde cobijarse, además de una vergüenza para los gobernantes. La pobreza debe ser legítima, más o menos legítima, según el grado, el país y las diferentes ideas que cada cual tenga sobre la pobreza. Es más natural que la riqueza y debemos convenir en que la naturaleza, con toda su crueldad, es legítima. La pobreza no desaparecerá nunca, pero su dignidad desaparece cuando es mísera y causa de escándalo, cuando es pedigüeña y da argumentos maliciosos a quienes dicen tener ideas para erradicarla.

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