Al pueblo le da igual que estemos en alerta cuatro o en quinientas trece. Lo cierto es que la gente tiene miedo o por lo menos está tremendamente recelosa y desconfiada con todo. Por muchas manifestaciones, minutos de silencio, cantos mentirosos de que estamos unidos contra lo que pueda hacer cualquier descerebrado, infeliz al que unos malnacidos han convencido no sabemos muy bien prometiendo qué paraíso eterno, el personal tiene una especie de "entripao" que, cada vez que ve acercarse una mínima decauve, piensa que puede ser esa. Y eso aquí, que se está acostumbrado a estar muy lejos de todo lo que pasa por ahí y pensamos que nada de todo eso puede llegar hasta nosotros. Pues a pesar de todo se está un poco mosca. Es muy normal, lo de las Ramblas ha sido muy fuerte y lo que nos han retransmitido con el coche matando criaturitas indefensas, pellizca el alma. Sí, se tiene miedo o, al menos, inquietud . Todo lo que digo lo pude constatar hace dos días a media mañana en la calle Larga. Les cuento: una furgoneta de la Policía Nacional atravesada embocando Lancería; dos agentes con unas metralletas que sólo mirarlas te quitaban las ganas de seguir andando; a la altura del Gallo Azul camina una pareja de Policía Local vigilando despaciosa y detenidamente; en la puerta de Cortefiel, tres motocicletas de la Nacional paradas, con sus policías pendientes de todo y, un poco más abajo, otro vehículo policial cruzado a lo ancho de la principal vía jerezana. Como para no tener miedo. Jerez es una ciudad cómoda. muy cómoda, la gente no está acostumbrada a tanto ajetreo y como la cosa ha sido demasiado dramática, es lógico que exista esta especie de psicosis. Por eso, muchos se paraban a preguntar a los agentes y más de uno ha creído ver decauves zigzagueando. Es para eso y para más.

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