Antonio Gallardo

'La tienda de juguetes'

ENCARNACIÓN López la Vietnamita, llamada así por su carácter bélico, entró en una tienda de jueguetes y preguntó a la dependienta:

- ¿Tienen ustedes bombas de segunda mano de cuando la guerra de Corea?

La dependienta contestó:

- Tengo pistolas de agua y trabucos de Diego Corriente.

- No, no me valen. Necesito tres bombas de las que sobraron en la guerra de Corea.

- Pues no me quedan. ¿Quiere usted un tanque que dispara bolitas de jabón de todos los colores?

- Esos tanques en lugar de hacer daño limpian el ambiente.

- Pues lo siento señora. ¿Puedo preguntarle para qué necesita usted bombas de esas que tanto daño hicieron?

- Claro que puede preguntarme. Las necesito para acabar con mi marido.

- ¿Su marido le es infiel?

- Mi marido me es insoportable. Todavía se cree que es él quien lleva los pantalones.

- ¿Y no los lleva?

- Los lleva al tinte, pero los pantalones son míos.

- ¿Y él qué lleva puesto?

- Pues una falda escocesa de cuadros rojos y verdes. Parece el Príncipe de Edimburgo.

- Curioso caso.

- Le voy a hacer a usted partícipe de un secreto pero no quiero que se entere nadie. Mi marido tiene una orden de alejamiento y se la salta a la torera.

- Como José Tomás.

- Mucho mejor que él, supongo.

- ¿Su marido es matador de toros?

- Mi marido es matador de mujeres de las que sufren violencia de género.

- ¿Ha matado ya su marido a alguna mujer?

- No. Pero las deja semidescalabradas.

- ¿Y su marido quiere matarla a usted?

- Claro, criatura. No crea usted que intenta llevarme a la Expo de Zaragoza.

- ¿Y usted, señora, cómo se defiende de esos acosos?

- Lo he denunciado varias veces y he conseguido para él una orden de alejamiento. Pero lo malo es que él vive en el Reventón de Quintos que queda muy cerca de mi casa.

- Estará usted en continua tensión de espíritu.

- De espíritu, de alma y de cuerpo. Por eso estoy aquí buscando bombas de esas que acabaron con tantos chinos.

- Pues ninguno de esos chinos murieron, señora. Están aquí todos despachando arroz tres delicias y rollitos de primavera. Porque nuestros chinos son muy pacíficos.

- Son pacíficos, atlánticos y mediterráneos.

- Y trabajadores como ellos solos. ¿Su marido también es trabajador?

- Trabajador en paro. Cuando ardió la Azucarera del Portal se quemó un dedo y desde entonces no puede meterse dicho dedo en la nariz.

- ¡Qué lástima con lo entretenido que es meterse un dedo en la nariz cuando no nos ve nadie!

- Bueno, pues, como está amargado con lo que le sucedió en la Azucarera, paga sus frustraciones nasales conmigo y me he tenido que separar de él.

- Supongo, señora, que la Justicia le habrá concedido a usted la casa y la custodia de los hijos.

- Claro está, hija mía. La justicia es muy comprensiva. Como era de esperar también me han dejado para mí casi todo lo que gana él, que no es nada del otro mundo. Como cobra por invalidez digital, está que echa chispas, y ha conseguido agredirme metiéndome el dedo quemado en un ojo.

- ¡Su marido es un monstruo!

- No lo sabe usted bien. Ayer me petardeó el techo de mi casa…

En aquel momento alguien rompió de dos patadas los cristales de la tienda de juguetes.Doña Encarnación López la Vietnamita murió en brazos de la dependienta:

- ¡Mira lo que has hecho con la tienda Felipe! ¡Y además te has cargado a tu mujer! Te echarán en el juicio doscientos años y cuatro horas.

- Que se quedarán en dos años y una tarde, reina mía, pero cuando yo cumpla tan disminuida y breve condena volveremos a vender aquí, tú y yo, tanques de esos que echan burbujas de colores…

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