Cuarto de Muestras

La tiendecita

Sí he visto desaparecer muchos comercios y con ellos sus nombres, algunos de dulce pronunciación

Hasta hace pocos años una boutique era una tienda de ropa. Mi madre, cuando podía permitírselo, se vestía en "Teresita Boutique" comercio tan pequeñito que junto a su dueña compartían nombre y diminutivo. Pese a su tamaño tenía cierto carácter cosmopolita pues, se aventuraba a traer algunas firmas, cuando apenas se conocían por aquí y todavía muchas señoras se vestían por modistas y costureras a la antigua usanza.

Hoy se ha perdido prácticamente esta primera acepción, es raro encontrar la palabra boutique en una tienda de moda. Sin embargo, se utiliza para los más variados negocios como signo de distinción. La primera vez que escuché a un compañero relatarme que había abierto un despacho boutique en Madrid pegué un respingo porque no sabía exactamente si es que iba a compaginar el ejercicio de la abogacía con la venta de prendas. Ya casi me he acostumbrado a esta utilización que me suena un poco cursi. Así, llaman hoteles boutique a los que antes eran hoteles coquetos de pocas habitaciones y excelente servicio. El otro día volví a sorprenderme al escuchar a un comercial de vinos nombrar como bodega boutique aquella de la que procedía su género. Pensé lo poco que le pega a una bodega este término tan alejado de la sobriedad, penumbra, silencio y reposo que la definen. Pues nada, ahora todos los negocios se apodan boutique menos las tiendas de ropa que lo han eliminado de sus rótulos posiblemente por considerarlo anticuado. No seré yo quien diga cómo han de llamarse las cosas que es labor profundísima de académicos y filósofos.

Sí he visto desaparecer muchos comercios y con ellos sus nombres, algunos de dulce pronunciación, de la que se queda en los labios. Desde los puestos de gandinga de la plaza de abastos a los chinchales en los que se vendía cualquier cosa, igual que en los baratillos. De los auténticos bazares propios de un alejandrino de Rubén Darío a los ultramarinos con evocación a las colonias perdidas. De la lechería a la carbonería. De los refinos a las sombrererías. Suma y sigue.

Antes de que el comercio tal como lo conocemos desaparezca del todo, se vuelva digital y cambie su significado como las boutiques, les invito a leer y releer el poema de Rafael Adolfo Téllez "Una tiendecita" para encontrar al niño que fuimos en ese recodo y descubrir el brochazo de Dios en la calle dormida. Cuánto hemos perdido.

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