Tierra de nadie

alberto núñez seoane

El trilero: breve crónica del absurdo

los grandes hombres se descubren en los peores momentos. Los líderes demuestran su condición cuando la tragedia asoma. La confusión nos muestra al guía. Podría continuar, pero creo que es suficiente.

Vivimos una realidad que roza, iguala o supera a la mejor de las novelas de ciencia ficción. Lo que acontece en el planeta, dejando ahora al margen que la dimensión de la alarma desatada se corresponda con la verdadera gravedad de la amenaza, se hace difícil de asumir como riesgo real, pero es así como estamos.

Corresponde a las autoridades adoptar las medidas adecuadas, coordinar los esfuerzos necesarios e imponer las restricciones oportunas. Es obligación de quien, por mandato popular, ostenta el poder, transmitir la imprescindible tranquilidad a los ciudadanos para evitar un pánico siempre letal; acaudillar una respuesta coordinada y conjunta que facilite la más pronta salida de la situación de emergencia; procurar los medios necesarios, sin escatimar nada, para cumplir con el compromiso que libremente ha asumido y por el que le pagamos: asegurar la libertad de todos; superar los escenarios críticos que puedan poner en peligro las condiciones, el modo, o la vida misma de los ciudadanos; mejorar las prestaciones sociales y garantizar la Justicia. Sí, ya sé: ¡casi nada!, pero si no pueden, no saben, no quieren o no sirven, ¡que se vayan por donde han venido!, nadie les ha llamado, ni mucho menos obligado.

Y, ahora, veamos qué es lo que tenemos aquí. Un imbécil inepto e incapaz: Zapatero, mientras la mayoría de países europeos tomaban medidas contra la brutal crisis económica que se avecinaba, decía en 2008: “no hay crisis, sólo una desaceleración económica, España está preparada…” La supina estupidez de este inútil vende humos nos sumió en un desastre mucho peor de lo que debía haber sido; su insondable necedad, su torpeza estelar, su inabarcable memez, nos costó a los españoles más de un BILLÓN y medio de euros que, por supuesto, aún estamos pagando. Hoy, ante una crisis de otro tipo, porque lo primero son las vidas de las personas, pero también –por supuesto en segundo plano- con posibles repercusiones económicas devastadoras si no se actúa a tiempo, de modo acertado, con la contundencia imprescindible y durante el tiempo necesario; nos ha tocado otra ‘lumbrera’: Pedro Sánchez.

Que conste que, en esta ocasión, no contemplo ideologías ni colores ni credos ni partidos políticos, sólo opino sobre el cuándo, cómo, qué y por qué de las medidas implementadas por el Ejecutivo que nos gobierna, creo que es el más básico de los derechos que la democracia me concede, vamos, digo yo.

Pues ya que me dejan “decir”, digo que Sánchez, por medio de sus funcionarios, decía el 4 de marzo que en España no estábamos como en Italia –sagaz que es el ‘mushasho’-, no habría que cerrar centros de enseñanza ni universidades: la situación estaba controlada –lo decía el heredero de Zapatero-. El 7 y 8 de marzo, animaba, junto a sus camaradas de ‘Podemos’, a acudir MASIVAMENTE a lo que resultó el aquelarre feminazi del domingo 8. Al día siguiente comenzó a meterse el rabo entre las piernas y dio señales de que alguna neurona seguía viva en su cerebro: nos dijo que “teníamos un problema” –así es él-, que habría que empezar a considerar la opción de tener que recomendarnos a terminar por ponernos serios… claro, directo y efectivo… El viernes 13 dijo, ya oficialmente, con la cara más seria que es capaz de poner sin reírse de nosotros, que iba a adoptar cantidubi de medidas económicas para ayudarnos a todos: nada de que los autónomos no pagasen las cuotas de la Seguridad Social durante tres meses, o de aplazar el pago del confiscatorio IBI, o de bajar impuestos, no; dijo que iba a ceder 2.800 millones a las CC.AA –aunque no dijo que les debía 5.200…-; que nos recomendaba quedarnos en casita, que era por boca de los expertos por la que nos hablaba… ahora, no hace dos semanas, cuando los mismos expertos le dijeron que tomase medidas que no tomó; que éramos todos una piña, ahora, no el 8 de marzo cuando los hombres éramos todos presuntos violadores; que íbamos a salir de esta antes de que tuviese que volver a subir al ‘Falcón’, ahí sí que le duele al chico…; que había hablado con todos los presidentes autonómicos hasta con los del “PP” -¡¡fíjate!!-, ahora, no tres semanas, cuándo no respondía a las llamadas del presidente de Andalucía, ni a las del de Murcia; que todos eran muy “guais”, serían “guais”, más que del Paraguay de Venezuela, digo yo; y… cantidubi dubi dubi, cantidubi dubi dá… No dijo: “decreto el estado de alarma”, eso hubiese sido eficiente; dijo: “mañana se decretará el estado de alarma”: al momento, miles de ciudadanos histéricos, y gilipollas, todo hay que decirlo, invadían centros comerciales y grandes superficies comprando lo que no necesitaban… Un vicepresidente, en cuarentena, que se salta la cuarentena para decirnos que “no nos saltemos las cuarentenas”; la esposa del protagonista infectada desde tres días antes que se comunicase, para que su marido pudiese ir al consejo de ministros… Despropósito tras torpeza, a la que sigue una estupidez, le continúa una barrabasada, detrás van tres o cuatro inútiles tonterías, después un esperpento, luego un disparate, y así… La crónica de las interminables chapuzas de un vulgar trilero, jaleado por palmeros incompetentes, en el gobierno de España.

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