La tiranía informática

Los tecnócratas hablan su lenguaje y no se esfuerzan lo más mínimo en que se les entienda

La historia de David y Goliat no deja de ser un simbolismo que resulta agradable oír, sobre todo a los débiles. En su momento podría haber sucedido tal como lo cuenta el relato bíblico, no niego que tenga una base histórica, pero en los tiempos actuales no deja de ser una narración agradable de leer que proporciona conformidad. Actualmente sería imposible algo así, por mucho que la situación se disfrace con falsas esperanzas. Todo está atado y bien atado.

Las guerras las ganan los que tienen las armas más eficaces y modernas, no los que llevan razón. La tecnología actual, no podía ser de otra manera, favorece de forma apabullante a quién pueda disponer de ella en su versión más avanzada y sólo llegan migajas a la casa del ciudadano normal. Los jóvenes juegan con la ventaja de haber nacido con internet, ordenadores y móviles integrados en su hábitat, como a mi generación le ocurrió con el coche, la lavadora o el frigorífico, pero son muchos, y no necesariamente octogenarios, a los que les cuesta trabajo moverse en el mundo informático.

La sabiduría, el saber en general, pocas veces se utiliza con fines altruistas. Ni siquiera los avances médicos están al alcance de todos en muchas circunstancias. En cierta ocasión le oí decir a un reconocido profesor de Medicina que mucho más importante que descifrar el código genético era el código postal. Y no le faltaba razón. De qué sirven ciertos avances tecnológicos si a usted no le llegan ni está en disposición de acceder a ellos.

Los tecnócratas hablan su lenguaje y no se esfuerzan lo más mínimo en que se les entienda. Tal vez piensen que en ese misterio estribe su consideración. Tenga usted la edad que tenga, sea usted lo avispado o torpe que sea, tiene la obligación de tener internet en casa, saber manejarlo y a través de él hacer la declaración de la renta, realizar transferencias bancarias, pedir cita para una revisión médica, sacar billetes de tren o adquirir localidades para asistir a un concierto y pagar recibos a través del cajero automático, no le queda otra. O aprende usted o búsquese un hijo, un nieto o un amigo que se lo haga. Y lo más gracioso de todo: usted paga la conexión a la red, hace el trabajo administrativo y, encima, le cobran por el servicio. Díganme si no es una tiranía total de la que es imposible escapar. Goliat, ahora, vence siempre a David por goleada. No se haga ilusiones.

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