Entre paréntesis

Rafael Navas

rnavas@diariodejerez.com

Un toque juvenil

Tras el fin del estado de alarma y, con ello, el final del toque de queda, hemos podido ver imágenes que avergüenzan y escandalizan después de más de un año de pandemia, con miles de personas enfermas y fallecidas. Imágenes en las que el denominador común son los jóvenes y que contribuyen a estigmatizar aún más a esta parte de la sociedad, que desde el comienzo de la crisis sanitaria ha sido noticia la mayoría de las veces por cuestiones negativas, como salir a la calle a hacer botellón en grupos de personas en número por encima de lo permitido, sin mascarilla, etcétera.

A determinadas edades, es cierto, no se lleva de la misma forma un confinamiento o tener que aceptar otras medidas restrictivas de la movilidad. Cuando se es joven, lo natural es vivir con cierta rebeldía ante las normas establecidas. Eso no justifica el libre albedrío ni conductas delictivas que se amparan en todo lo anterior.

Lo triste de todo es que por culpa de la pandemia hay miles, millones de jóvenes que no van a poder disfrutar de muchas otras experiencias que precisan de la movilidad y que son muy necesarias porque les abrirían las mentes y oportunidades en un mundo globalizado. Porque el mundo real no está en el móvil y el ordenador en el que viven, ahora más, muchos jóvenes.

A lo que iba: no es justo que, además de verse privados de lo que hasta ahora era natural, muchos jóvenes sean señalados por las conductas de otros que, quiero pensar, son una minoría. Muy ruidosa, eso sí, porque es la que sale en las televisiones. Pero minoría. Porque si no, no existiríamos.

Debemos, por tanto, reivindicar y dar visibilidad a esa otra juventud silenciosa que está ahí, cada día, estudiando, trabajando, innovando, a la espera de su momento en esta sociedad enferma. Jóvenes como los que integran la iniciativa Zero Waste y que, mientras otros se divertían saltándose las normas hace ahora poco más de un mes, se echaban a la calle para recoger basuras y escombros que dañan no sólo la imagen de la ciudad sino el propio entorno natural. O como la jerezana Mónica Sánchez, que estaba en paro durante el confinamiento y, en lugar de dejarse llevar por la derrota o la rebeldía mal entendida, decidió emprender su propio proyecto creando carcasas para móviles con inspiración andaluza. O Irene Flores, que por fin en marzo abrió su propia peluquería canina, viendo así realizado su sueño después de años trabajando en la hostelería y como limpiadora. O la valiente decisión de tres jóvenes, Mario y Francisco José Garrido y Elizabeth Rosado, vecinos de Espera, que han elegido ser agricultores y ya cultivan espárragos verdes y pitaya... Podríamos seguir con ejemplos en cada una de las ciudades y de nuestros pueblos. Y entonces veríamos que, realmente, la juventud que está llamada a liderar el cambio, formada y solidaria, es mayoría.

Porque para hacer el cafre en la calle no es necesario ser joven y, de hecho, cada día comprobamos con pesar que muchos de quienes se dicen adultos y tienen la responsabilidad de dirigirnos, en el fondo se comportan peor. Esos sí que tienen un 'toque'.

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