Manuel Gregorio González

La tractorada

Confabulario

La baja productividad de los cultivos “ecológicos” obraría contra la conservación y el aumento de las masas forestales

07 de febrero 2024 - 00:00

Los tractores decoraban ayer una parte de las carreteras españolas, y no solo españolas. Sus reclamaciones van dirigidas, principalmente, contra la burocracia europea y contra las normas de la UE que exigen al campo de la Unión lo que no exigen a la competencia foránea. También está la cuestión de los pesticidas, que se ha modificado parcialmente. Y, por supuesto, la cuestión del agua. Es muy probable que nadie quiera comprender las quejas y la incomodidad suscitada por los tractoristas. Pero esto ocurre por cuestiones, digamos, culturales, que nos distancian del campo real y nos acercan a cierta idea del Edén, muy poco edénica, por otra parte.

Es, precisamente, el uso de pesticidas (la UE ha rectificado, repito), junto con otros avances técnicos, el que ha permitido una mayor productividad de los cultivos, y por tanto, una reducción de la superficie plantada. En tal sentido, la baja productividad de los cultivos “ecológicos” obraría contra la conservación y el aumento de las masas forestales. Este mismo prejuicio, en apariencia razonable, es el que quizá ha llevado a Alemania a sustituir sus centrales nucleares por un mayor consumo de... combustibles fósiles. Gas, en este caso. Pero claro, luchar contra el efecto invernadero recrudeciendo sus daños no parece particularmente brillante. Otra cuestión reclamada por los agricultores europeos es la exigencia de iguales controles sanitarios para los productos foráneos. Y ello tanto por la competencia desleal que ello implica (un mayor control supone un mayor gasto), como por la seguridad alimentaria de la eurozona. Todavía es reciente la polémica en Gran Bretaña con el etiquetado “No apto para la UE”, destinado a Irlanda del norte, y que hizo sospechar a los británicos sobre la idoneidad o no de lo que comían tras el Brexit.

Probablemente la UE sea el lugar más ecológico del planeta, fruto de una abundante legislación (parece que demasiado abundante, según señalan los agricultores), a tal respecto. Aun así, facilitar al agricultor de fuera aquello que se exige al europeo, obra contra los intereses de la UE y contra su propia capacidad de abasto y subsistencia. Que en Francia hayan aprovechado para tirar camiones españoles, o que la señora Royal exhiba en público su simpleza, no quita para que la idea de una Europa sostenible siga siendo una buena idea. Lo cual pasa, ineludiblemente, por la subsistencia de nuestros agricultores, y por los insípidos tomates de doña Ségolenè, inesperada y ardiente tomatóloga.

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