Las empinadas cuestas

amparo / rubiales

El tren de la libertad

TENGO que escribir sobre esa magnífica y estimulante experiencia que vivimos tantas mujeres, y muchos hombres, el domingo en esa grandiosa manifestación que, convocada a iniciativa de la Tertulia Les Comadres de Asturias, reunió a tantas y tan diversas personas con el objetivo de preservar algo que ya tenemos: el derecho a decidir libre y legalmente sobre nuestra maternidad.

Desde Andalucía también salieron muchos trenes y autobuses; fui en uno con mujeres, más jóvenes, de Sevilla, Córdoba, Cádiz y Huelva. Nos hicimos muchas fotos y hablamos mucho; les expliqué la sangre, sudor y lágrimas que había costado a las mujeres conseguir este derecho en España. Conté cómo en 1980, siendo concejala del Ayuntamiento de Sevilla, me autoinculpé ante el juzgado, con otros concejales, de haber abortado, porque entonces era delito y lo hice para defender mi libertad y la de mi hija, y sigo dispuesta a seguir peleando por la de mi nieta y por todas las que no quieren que decidan por ellas. Somos mayores de edad y no puede venir nadie a incapacitarnos para tomar decisiones que sólo a nosotras corresponden, de acuerdo con lo que establezcan las leyes. La maternidad debe ser libre siempre.

Fue una manifestación festiva y dolorosa; el reencuentro con tantas personas de mi generación, con los mismos eslóganes, tanta gente joven y tantos hombres, rodeadas de color violeta, era emocionante, pero las mayores también llorábamos, al menos por dentro, al darnos cuenta de que el esfuerzo de tantas generaciones estaban tratando de hacerlo inútil unos gobernantes insensibles ante tanto dolor como están produciendo: una reforma laboral que suprime los derechos conquistados por l@s trabajadores, otra educativa que acaba con educación para la ciudadanía y mete la religión evaluable en la escuela, liquidando la igualdad de oportunidades, el empobrecimiento tremendo de la población...; este anteproyecto va en contra de la convivencia, porque afecta a la reproducción y ésta no se puede imponer en nombre de ninguna moral. Si hay vida desde la concepción no puede existir ni ley ni embriones congelados ni reproducción asistida.

Hemos recordado lo que dijo Simone de Beauvoir: "No olvidar jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para poner en cuestión los derechos de las mujeres". "¡A galopar/a galopar/ hasta enterrarlos en el mar!", escribió Alberti y canta Paco Ibáñez.

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