LÍNEA DE FONDO

Un triste aullido por 'Lobo' Diarte

Se ha ido una parte importante de mi infancia, la del tapón preferido con el rostro del goleador soñado y admirado

ESNAOLA, Peruena, Bizcocho, Biosca, Álex, Gordillo, Cardeñosa, Ortega, López, Morán y... Carlos Lobo Diarte. El once de mis primeros años de fútbol, esos que contaban con la base sólida del sintasol como el césped más laureado sobre el que casi volaban los tapones con los rostros de los elegidos. Mis competidores en las ligas caseras -hermanos y un primo- fueron los responsables de que me decantara por el Betis después de que Real Madrid, Barcelona, Cádiz, Atlético o Valencia tuvieran dueños entre los mayores de la casa. Al más pequeño de la competición le tiraba el verde y el blanco sin existir una razón firme que lo justificara.

En ese Betis de mi infancia tenía el privilegio de jugar siempre entre 1980 y 1983 un tal Diarte. Para el Lobo no había lugar a las lesiones en forma de tapón roto o desconchado porque despegaba la cara de un suplente que poseía un impecable tapón para colocar en ese lugar al delantero paraguayo. Diarte y diez más. Sobre el sintasol daba rienda suelta a la velocidad con la que se ganó su apodo, pues más de una vez sus desmarques terminaban bajo la cama que parecía la grada con visera de nuestro estadio. Era mi gran goleador aunque para conseguir altos registros dependía de mi certeza golpeando la perla que hacía las veces de balón. Nunca antes me sentí tan cerca de un ídolo. Su marcha del Betis en 1983 fue para mí un trago duro que hizo más llevadero un tal Gabriel Humberto Calderón, el argentino que tomó el relevo en Heliópolis y en el sintasol de mi casa. Pero no era lo mismo.

Mis primeras pasiones futbolísticas estuvieron marcadas por Diarte, del que me encantaba recordar ante mis hermanos y mi primo que le decían Lobo. Era como ganar posiciones en lo psicológico antes de empezar una de nuestras interminables ligas. Aquellas competiciones caseras se quedaron sin Lobo Diarte, aunque hubo pérdidas mayores al frente de un equipo, y con un niño que no entendía y un hombre que no entiende la marcha de un ídolo antes de tiempo.

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