Como he defendido varias veces a Trump, no me parece gallardo hacer ahora mutis por el foro, aunque resultaría más cómodo. A fin de cuentas, dejé claro siempre que sus formas dejaban que desear; y han sido éstas las que han terminado perdiéndole.

Pero también sostuve que su política económica ha sido un éxito y que su política militar ha limitado los conflictos como nunca. Además, está su política política, esto es, haber plantado cara al progresismo como dogma políticamente correcto. Y, por encima de todo, brilló su defensa de la vida del nasciturus, para mí la cuestión decisiva para juzgar a cualquiera. En estos momentos esos méritos hay que destacárselos.

Los deméritos ya los destaca todo el mundo (literalmente). Sin embargo, quizá no se plantea lo más interesante. ¿Hubiese alcanzado cualquier otro de maneras más refinadas, talante más liberal y exquisito comportamiento sus méritos? ¿Hubiesen sido posibles sin sus deméritos? Según el fino analista político Adriano Erriguel, no. En Pensar lo que más les duele, expuso la "teoría del joker", que sostiene que sólo un histrión indiferente al qué dirán podría romper con los tácitos y espesos entendimientos entre liberales y progresistas, empresarios y revolucionarios para mantener un tinglado que no beneficia más que a las élites extractivas de ambos bandos.

Entiendo que los trumpianos estén muy interesados en aclarar los ángulos oscuros de las elecciones y del asalto al Capitolio; y que en España haya indignación porque los que cercaron el Congreso, la Generalidad y el parlamento andaluz acusen de golpismo a Trump. Yo me preocupo aún más por una demonización de la derecha que no va llevarnos a nada bueno. De hecho, cabría argumentar que una parte de responsabilidad en los lamentables eventos de estos días la ha tenido esa implacable demonización, que aboca a… la teoría del joker y que hoy, en calculado círculo vicioso, sale… reforzada.

Que la izquierda haga sus análisis a bocajarro es lógico, pero en la derecha hay que afinar. Para aprender bien las lecciones de Trump, tanto las admirables como las desechables. Debe ser más fácil ahora, paradójicamente gracias a él, pasar del joker al as: defender con firmeza el fondo sin debilitar las formas; o sostener los intereses de los trabajadores apelando a lo mejor suyo (que es mucho). Pero para ello, la caricatura de un Trump monolítico, sin matices, es una trampa burda.

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