¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Los tuits de Garzón

Garzón, como todas las almas de cántaro, tiene una involuntaria virtud: la transparencia

No ha tenido mucha suerte la política española con el apellido Garzón. Baltasar, de oficio juez prevaricador, fue una pieza fundamental en la lucha contra el terrorismo de ETA y los excesos del Estado antes de deslumbrarse por su propio estrellato y creerse por encima de la propia ley. Por su parte, Alberto, fue la certificación definitiva de que, desde el presidente Zapatero, cualquiera puede portar una cartera ministerial. Sus principales aportaciones a la cosa pública son haber sometido al Partido Comunista al imperio de Pablo Iglesias y convertirse en un ministro de Consumo más pendiente de las redes sociales y los discursos radicales que de velar por los derechos de los compradores.

Si el Averiguador de Vargas siguiese en este mundo divirtiéndonos con sus erudiciones genealógicas nos recordaría que Garzón fue nombre de judíos y conversos, como tantos otros de la nobleza castellana. Algo extraño en este caso que nos ocupa, pues difícilmente es compatible la legendaria sagacidad e inteligencia de los hijos de Sem con esa mezcla de frikismo rojo y cursilería de la que hace gala el señor ministro de Consumo, que lo mismo alaba las bondades de la revolución bolchevique que se casa por el rito Disney.

Sin embargo, Garzón, como todas las almas de cántaro, tiene una involuntaria virtud: la transparencia. Así se ha visto con su ya famoso tuit en el que arremete contra Felipe VI, el gran enemigo a batir por la pinza morada-independentista. Garzón, como hacen otros de su entorno, aunque con mayor habilidad , acusa al monarca de dos falsedades: la falta de neutralidad política y la ocultación de la corrupción. Curiosamente, las principales causas que acabaron con el reinado de su bisabuelo, Alfonso XIII. Podemos, con ayuda de algunos libelos producidos al amparo de la memoria democrática (ya no se atreven a llamarla histórica), está intentando convencernos de que la situación actual es la misma que la del 14 de abril de 1931: un régimen monárquico en descomposición y caída libre frente a una España republicana pujante y purificadora. La democracia (la de verdad, la que disfrutamos ahora) no sería más que un franquismo suavizado con el que se les sigue hurtando a los españoles sus derechos y libertades. Tantas mentiras no tendrían mayor trascendencia (como ocurría antes del crack de 2008) si no fuese porque están empezando a dividir a los ciudadanos españoles en dos bloques cada vez más crispados. ¿Les suena de algo? Esa será la triste herencia de los tuits de Garzón.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios