el periscopio

León / Lasa

El turismo: esa marea

En turismo, como en muchas otras cuestiones, más es menos. La polución turística es una verdad incómoda de la que apenas se oye hablar

ES uno de nuestros temas recurrentes. El turismo: esa especie de maná (envenenado para muchos) que todo lo tapa, que casi todo lo oculta. Ya sabemos: nuestra principal industria, la que más puntos aporta al PIB, la que más puestos de trabajo crea, la que más riqueza distribuye entre los nuestros, de una forma u otra. La ecuación es bien simple: mientras más turistas lleguen, nos asalten, mejor para todos, o para casi todos, aunque la voces discordantes a este mantra hasta ahora indiscutible comienzan a crecer (búsquese el artículo Turismofobia de Sánchez Dragó en Google). Parece entonces, según la doctrina oficial, que hemos de congratularnos ante las noticias de que se baten récords de visitas, de que las playas se atestan y de que en los hoteles no cabe un alfiler. Hace unos días nos hemos enterado de que julio superó todos los récords precedentes, con un 11% más de visitantes extranjeros, y que sólo en los siete primeros meses del año hemos recibido 42,4 millones de turistas. Se esperan unos 73 millones a lo largo del año. En 2010, cuando el turismo ya era la piedra angular de nuestra economía, el numero de visitantes fue de unos 50 millones. Ni Usain Bolt rompiendo marcas.

Como ocurre con frecuencia, también en la cuestión -por así denominarla- turística más a veces es menos. No vamos a hablar de nuevo -ya lo haremos- sobre la contaminación que esos números asfixiantes acarrean. Nos limitaremos a indicar una verdad incomoda y de la que apenas se oye algo: los ingresos medios que se reciben por turista llevan 15 años de caída constante, y el turismo de calidad y compras, ese que de verdad se deja las pelas, no alcanza el 12% (The Shopping Tourism Institute): quizá demasiado ruido para esas nueces, podrían pensar algunos. Esos ingresos se cuantificaban en 1108 euros por turista en el año 2000, y han pasado a 741 en el 2015. Cada vez necesitamos más chanclas y sobacos al aire para conseguir ingresos parecidos. Una dinámica peligrosa por todo lo que acarrea. Según ese Instituto, existe una percepción generalizada de que la oferta española va dirigida exclusivamente al turismo de bajo coste. Probablemente sea así, y no hay más que darse una vuelta por el casco histórico de nuestras ciudades para comprobar que no son precisamente los herederos del Grand Tour quienes nos visitan. Y en este sentido también cabe preguntarse, ¿alcanzaremos un punto de saturación en algún momento? ¿Caben todos los que quieran venir? Algunas ciudades emiten ya señales en sentido contrario, y se empieza a oír hablar de un término desconocido hasta ahora: la polución turística. Hay que afrontar estudios que nos permitan determinar en qué momento -que lo hay- el aumento de turistas puede llegar a ser económica y medioambientalmente negativo. E intentar no superarlo. De nuevo: en bastantes ocasiones más es menos.

PS.: Ninguna universidad española aparece entre las 100 mejores del mundo. La primera, la Universidad de Barcelona, aparece en el puesto 166. Entre las 300 primeras se cuelan algunas de Madrid y Barcelona. Del resto, ni sombra.

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